Por Pily B.
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Aún recuerdo qué pensé cuando tuve su primera recopilación en mi poder; creí que era algo así como un capricho y que rápidamente olvidaría el asunto de autopublicarse, o por el contrario, terminaría siendo publicado entre otros muchos autores en distintas publicaciones de papel (o electrónicas), y ahí terminaría el asunto. Porque, eso que conste, aun sin leer su primera publicación, ya sabía que era buena. Puede que mejor o puede que peor que muchas otras, sí, pero entretenida, trabajada, imaginativa; dije buena. Con futuro.
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No obstante, y dejando a un lado el resto de su currículum literario, me confundí y no sabéis cuánto me alegro. Teobaldo Mercado ha seguido ahí; perseverando, y dándole pequeñas pinceladas al universo de la ciencia ficción con esa visión suya tan particular (aunque a veces también tan manida, pero siempre con ese toque tan… Teobaldo); propinándole constantes brochezazos de color y matices al futuro inventado, a su futuro, unas veces imaginado y otras veces no tanto. Un futuro casi siempre aterrador, la mayoría de las veces caótico, sin lugar a dudas humano (aun cuando, del mismo modo, no siempre sean humanos aquellos que habitan estos terribles universos suyos).
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Sí (y bien por él), ahí ha seguido entregándonos pequeños bocados de irrealidad; tímidos todos ellos, pero constantes y contundentes, como deben ser.
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En “Fragmentos del infinito”, su última recopilación literaria, aparece su más reciente selección de ideas y sueños; sus invenciones más variopintas, rodeadas todas ellas de ese hálito de tristeza, desesperanza y de nuevo humanidad. Esos ingredientes nunca faltan; no fallan. Y gustan. Y enganchan.
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En “El recuerdo”, el primer cuento en darnos la bienvenida, Teobaldo lo hace de manera breve y curiosa; la protagonista de su historia regresa de su último viaje a las estrellas, y descubre, ya en su hogar, cómo ha pasado el tiempo y qué es lo que le ha arrebatado éste; su familia, su vida. Sí, sé que así contado suena breve y poco llamativo, pero yo que vosotros no subestimaría nunca una sinopsis minúscula y poco reveladora.
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“Por el rabillo del ojo” es la segunda en llegarnos. Y sé que ahora es cuando debería hacer otro breve resumen diciendo de qué trata, y bla, bla, bla, pero, perdonadme, no lo haré. Será que hoy tengo el día rebelde. Será que me he vuelto práctica. Será que prefiero que en vez de pensar si llevaré razón o no, leáis vosotros mismos y juzguéis pinchando aquí , dado que fue publicada recientemente en esta misma web.
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“Principito” es la única historia de fantasía de este tercer volumen. En ella, Teo nos acerca a la imprevista, desagradable, y agobiante vivencia de una anciana; haciéndonos ver cómo podría ser posible que algo o alguien cuidase de nosotros en el peor momento, guiándonos en la oscuridad, dándonos una nueva oportunidad de seguir adelante, respirando, y dándole gracias a la vida.
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En cuanto a “Tocando el suelo”, me ha sorprendido, además de por su extensión, también porque, a pesar de la vorágine y oscuridad que reina en la Tierra, existe un hueco para la esperanza y el optimismo, aunque en muy contadas ocasiones, eso también es cierto. En este relato extenso, la Tierra está bastante mal herida y la causa de ello es la de casi siempre; el descuido de unos pocos humanos. Alguien ha utilizado un arma biológica, los árboles de la muerte, y la situación se termina saliendo de madre: La tripulación de un navío (un dirigible), dispuesta a cumplir su cometido (la reubicación de esas personas que salieron mal paradas por “el descuido”), tiene un repentino accidente y se ve obligada a aterrizar forzosamente. El precario orden se ve alterado por un inesperado caos, y a sí, sin más, tenemos a toda una dotación naviera desperdigada en una Tierra inhóspita; cubierta por una nube tóxica que obliga al traslado constante en vehículos aéreos. “Tocando el suelo” es una gran aventura en sí, con pequeños toques de la serie televisiva Perdidos (la situación lo da), en la que también hay conflictos bélicos, mutaciones, y más.
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“¡Desembarco!” también es una narración extensa. En ella, como en la anterior, y en muchas de las que ya existen y existirán en los universos de Teobaldo Mercado, se desarrolla un conflicto intergaláctico. Varios universos paralelos luchan entre sí por la supremacía y otras “cositas”. El conflicto, requiere de hombres y mujeres anónimos, algunos de ellos modificados físicamente para la lucha. Pero esto es solo el comienzo. El resto, a veces en grandes dosis, a veces en pequeñas, vuelve a ser una vorágine de hazañas, sufrimiento, muerte, destrucción, supervivencia en algunas ocasiones, y mundos interiores…
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“Pensamientos en la punta del cerro” es un pequeño escrito que no pertenece a un mundo fantástico. Tampoco lo hace a un mundo de ciencia ficción. “Pensamientos en la punta del cerro” pertenece al mundo interior de este escritor de fantasía, en una tarde/anochecer cualquiera. Reflexiones en lo alto de algún lugar, lejos de la ciudad, de la rutina, y de la vulgaridad. Pensamientos a cerca de lo que hace; la esperanza de posibles futuras ideas como lo es este “Fragmentos del infinito”, dedicado además, con el corazón, a su fallecido amigo y también escritor, Carlos Raúl Sepúlveda.
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Y eso es todo, amigos. Aquellos que baséis vuestra dieta literaria en ciencia ficción y fantasía, deberíais probar un bocado como este. Tal vez os sorprenda comprobar lo rápido que uno se engancha a su sabor; y lo digestivo y nutritivo que es para el intelecto.
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Nota: Texto e imagen de Pily B. encontrados en.
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