domingo, 27 de julio de 2008

“HERENCIA” (2005), DE EDGAR UNGER
Por J. Manuel Silva Henríquez
(Ingeniero Ambiental).

Edgar Unger (1935) presentó “Herencia”, bajo sello de Editorial Puerto de Palos, en el año 2005. Tenemos aquí un trabajo científicamente bien documentado con una narrativa ágil. Tiene ciertos ribetes moralizantes con una mezcla adecuada de aventuras y salvación para la especie humana. Se presenta a un héroe que parece predestinado a realizar grandes proezas. Este personaje es John Miller, este cosmonauta civil dedicado a tareas de exploración e investigación halla en el interior de un cráter de Marte signos de que hubo alguna vez presencia de vida extraterrestre.
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Este planteamiento es muy actual si consideramos las últimas informaciones del planeta Marte donde se ha encontrado presencia de agua, y en su pasado hubo hasta mares. Situación muy parecida está ocurriendo en la Luna, donde se conjetura que debe haber agua congelada en sus polos. Estos son indicios indiscutibles de la presencia en el algún momento de la existencia en estos planetas de algún tipo de vida.
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La existencia de vida extraterrestre es un hecho que muchos científicos ―como Hawkings, Claudio Bunster, Paul Davies en su libro La Nueva Física y Dios― señalan como un cierto, pues pueden ser civilizaciones que se hallan extinguido y sólo percibamos señales de radio o artefactos.
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Nuestros héroes en su poderosa nave se dirigen hacia Alfa Centauro buscando un lugar adecuado para recomenzar. Al cabo de unos ocho años de travesía han agotado prácticamente sus recursos. Pero gracias a los conocimientos y a la pericia de Miller logran arribar a un hermoso y fértil planeta, donde se instalan inmediatamente. Aquí encuentran a una civilización extraterrestre con la cual deben congeniar para sobrevivir y se las ingenian para ser aceptados por esta raza muy parecida la nuestra.
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La obra escrita por nuestro amigo de origen alemán, “Herencia”, nos recuerda a varios escritores de ciencia ficción anglosajones, como Clarke, Robert Heilein, Larry Niven, Jack Williamson etc. Exhibe, además, reminiscencias de la ciencia ficción clásica de la década de los 60. Pero esta obra está escrita durante el siglo XXI. Por tanto, su enfoque es más actual y permite varias lecturas.
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La idea de la existencia de una cosmonave de este tipo no es ni más ni menos que el Arca de Noé, la cual se debe construir para estar alertas por la destrucción del planeta producto de los cambios ambientales. Este tipo de Arca se está construyendo en Europa para preservar la flora y fauna existente en nuestro planeta.
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Edgar también nos da un profundo mensaje ecológico y la necesidad del hombre de abandonar el planeta, pues hay problemas de degradación ambiental muy severos, tal como lo estamos viviendo en este momento con el calentamiento global. Nos alegramos por el optimista destino que Edgar da al hombre, incluyendo una segunda oportunidad a esta porfiada raza humana para recomenzar.
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También esta obra cumple a cabalidad con el propósito de la ciencia ficción, género literario que permite desarrollar mentes imaginativas y de rápido pensar que puedan captar en profundidad la importancia de los cambios. Este género se adelantó en los vuelos espaciales, la robótica y los problemas ambientales. Quienes leen este género están con sus mentes a la altura de los tiempos modernos. Recordaremos que la era del espacio fue inaugurada con el lanzamiento del Spútnik I, y es a partir de entonces que este género literario entró en una importante etapa de maduración y su importancia continúa creciendo, con obras de este tipo que nos hablan del hombre y su naturaleza.
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Santiago, 25 de Julio de 2008.-

miércoles, 23 de julio de 2008

“HERENCIA” (2005),.
DE EDGAR UNGER.

Comentario de Patricio Haschke Fritz.
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Me vi en la necesidad de leer nuevamente el libro “Herencia”, de Edgar Unger Reuther, ya que al conocer las críticas recibidas me pareció haber leído otra edición.
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Tengo que reconocer que no soy diseñador gráfico ni escritor; no puedo criticar colores, tipos de letras y menos calidad de papel. Mis primeras lecturas fueron “pulp-fiction”, y no podría desconocer mis orígenes.
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Sólo soy un fanático lector, y leo lo que cae en mis manos, preferentemente ciencia ficción. Como crítico sólo puedo decir, y argumentar, si me gustó o no me gustó lo leído. Y de esta manera acojo o rechazo a un autor. Es verdad que es un método muy personal, pero no pretendo ser un sacerdote y predicar las bondades o errores de textos, o guiar a los lectores por sendas de lo excelso de la literatura. Por deformación profesional me gusta la física, astronomía y demás ciencias exactas, y si hay algo que no entiendo lo investigo para saber de que se habla.
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Mis preferencias pueden ir encaminadas por la Ópera Espacial, y no busco desigualdades e injusticias de género donde son difíciles de encontrar.
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Me gustó la obra de Edgar y seguiré su trayectoria a pesar de las críticas de los “iluminados”.
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Santiago, 23 de julio de 2008.

martes, 15 de julio de 2008

CICLO DE CINE EN ICHPA.

Sociedad Chilena de Psicoanálisis (ICHPA) invita a participar en "Ciclo de Cine: Grandes Géneros Cinematográficos". Esta semana corresponde considerar el género que nos convoca: la CF.
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La película, y el debate posterior, mostrará que este género mucho puede decir respecto a la salud mental, tan debilitada en la actualidad en nuestro país. Lamentablemente, la CF cultivada por muchos autores sólo sirve como instrumento de evasión e infantilización. Filmes como el que será analizado en esta ocasión nos permiten avanzar no sólo en educación estética, sino en aspectos decididamente terapéuticos, en procura de una auténtica individuación.
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Viernes 18 de Julio: Ciencia Ficción.
Película: Blade Runner (1982).
Director: Ridley Scott.
Reparto: Harrison Ford, Rutger Hauer, Edward James Olmos y Darryl Hannah..
Basada en la novela de Phillip C. Dyck: “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”.
Música: Vangelis.
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Presentador: Eduardo Recordon Zerwekh.
El Sr. Recordon ha realizado estudios de apreciación cinematográfica, y es Diplomado en Estudios de Cine de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es de profesión Ingeniero Civil de Industrias y Máster en Administración de Negocios.
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21 horas, entrada liberada, cupos limitados
ICHPA: Av. Holanda 255, Providencia

domingo, 6 de julio de 2008

LA SAGA DE TERRAMAR, DE U. K. LEGUIN.
Por Teobaldo Mercado Pomar.
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Esta saga es una gozada de principio a fin, me mantuvo interesado en la trama y no destiñó en ningún momento. Como nota curiosa, debo añadir que no soy lector de fantasía, pero esta saga se merece toda mi atención.
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Comienza con “Un mago de Terramar”, en donde se narran las aventuras y desventuras de Ged más conocido por su apodo de Gavilán, quien parte a la Escuela de Roke para aprender magia (sí, antes de Harry Potter ya existía una Escuela de magia, ¿no lo sabían?). Allí empieza a descubrir sus habilidades y su inexperiencia y juventud le juegan una mala pasada, lo cual redundará en su alejamiento de la Escuela para internarse en un viaje que lo transformará completamente.
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La historia prosigue con “Las tumbas de Atuan”, en donde un Gavilán más maduro y precavido se encuentra con Tenar, una joven sacerdotisa del culto a los Sin Nombre, en un laberinto mortal del que nadie ha escapado. La historia es sencilla en su planteamiento, pero llena de sabores y sensaciones de sus personajes, pues hace que la sacerdotisa cambie paulatinamente su modo de pensar.
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En el tercer libro, “La costa más lejana”, asistimos al encuentro entre el Archimago Gavilán y Arren, príncipe de Morred, quienes se embarcarán en una aventura que intentará resolver el misterio que se cierne sobre la magia en Terramar. Hay dragones, magia y un extraño no-muerto que se conjugarán en un final de lo más inesperado por sus consecuencias para el Archimago.
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Tehanu” continúa la historia y cuenta la historia de Therru, una niña quemada que es salvada por Goha, la sacerdotisa que aparece en el libro anterior, pero que ya ha madurado y ahora es viuda y madre de dos hijos. La mujer adopta a la criatura y poco a poco se nos desvela una realidad acerca de los humanos y dragones. Es una historia de esfuerzo y sacrificio, vista desde la perspectiva de una mujer que ha renunciado a lo mágico para tener una vida normal…, hasta que las circunstancias la obligan a retomar ese camino de una manera inesperada. También aparece Ged, continuando lo acontecido al final del libro anterior, un Ged que ya no es Archimago y que ha perdido toda su capacidad para usar la magia.
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En el Otro Viento” se narra la aventura de la mujer de Gavilán, quien junto a su hija adoptiva Therru se embarcan con el príncipe Arren en una travesía que intentará recomponer el perdido equilibrio entre humanos y dragones. Como siempre, Ursula K. LeGuin nos describe muy bien a sus personajes, entremezclándolos de manera maestra con la trama, una trama en donde la magia y lo fantástico no están ajenos, pero no por ello son atosigantes.
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Nota: Si alguien busca libros con batallas épicas, princesas curvilíneas y héroes legendarios, entonces se ha equivocado de historia. Una saga para leer tranquilo y relajado, no apto para quienes desean acción trepidante y hechizos al por mayor o grandes duelos de espadachines superdotados. Y —no puedo evitar el mencionarlo— la miniserie/película larga que exhibió Hallmark Channel basada en los dos primeros libros se parece en casi nada a lo que narran las novelas.
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Santiago, 6 de julio de 2008.
Nota: Imágnes de portadas de libros facilitadas por el autor del comentario.

sábado, 5 de julio de 2008


PRELUDIOS A LA FUNDACIÓN DE ASIMOV.
Por Teobaldo Mercado Pomar.
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He leído dos libros que son las “precuelas oficiales” de la saga de la Fundación de Isaac Asimov: “El temor de la fundación”, de Gregory Benford, y “Fundación y caos”, de Greg Bear.
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Ambos están entre mis autores favoritos, pero pese a eso no lograron convencerme con sus historias acerca del particular universo creado por el patillas. ¿Por qué? Pues porque considero que tratan de justificar lo injustificable, aquellos errores debidos a las limitaciones de la época que hoy en día no son comprensibles. Se trata de hacer calzar forzadamente las ideas de una galaxia sin otros seres vivientes más que los humanos; los robots, también, son dejados de lado, aunque se intenta una explicación que ―a mi modo de ver― no es convincente. En realidad, el gran error fue juntar dos sagas que nada tenían que ver: la de los Robots y la de la Fundación, usando un pegamento de lo más artesanal (sería como usar nuestro tradicional engrudo para pegar las paredes de una casa).
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Benford rellena interminablemente con las recreaciones artificiales de Voltaire y Juana de Arco, quienes se lo pasan discutiendo de cuestiones filosóficas y morales que en poco o nada aportan al argumento. Su descubrimiento de los alienígenas en medio de las redes informáticas del Imperio es la excusa más tonta que he encontrado acerca del motivo de la inexistencia de otras razas en la galaxia. Peor aún, el mismo autor se autoplagia descaradamente, pues esos alienígenas artificiales son sospechosamente parecidos a la civilización mec de su estupenda Saga del Centro Galáctico.
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Bear, en cambio, adopta un enfoque más práctico y su trama se deja llevar por el sendero de la vida de Hari Seldon en los tiempos previos a la creación de la Fundación. Es más dinámica, pero también noté el gusto por tratar de justificar los errores en la lógica de la historia, dando interminables rodeos para hacerle comprender que un telépata podía arruinar su cuidadoso plan de la psicohistoria.
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Los dos libros me dejaron una sensación que me trae a la mente aquella vieja frase: “El papel aguanta todo”. Lo siento, como escritor valoro el esfuerzo involucrado; empero como lector apenas lograron sacarme el aburrimiento, inclusive, me salté páginas para no seguir eternamente con los libros.
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Fue un error, insisto, aquellas historias debieron quedarse como estaban o, a lo sumo, seguir escribiéndolas con las mismas premisas de antaño, sin tratar de meter con calzador explicaciones que no tienen mayor lógica ni sentido.
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Dudo mucho que lea algo más de lo “nuevo” de las Fundaciones.
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Santiago, 5 de julio de 2008.
Nota.- Imágenes de portadas de libros facilitadas por el autor del comentario.