martes, 26 de agosto de 2008

NOTICIA QUE NO QUISIERA DAR.
Por Luis Alberto Méndez Quezada.
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Ayer lunes 25 de agosto hubo un muy grave accidente aéreo en la localidad de Sarmiento, Curicó, a consecuencia del cual fallecieron los tres tripulantes de una avioneta. Esta era pilotada por Nelson Leiva Cepeda, hermano mayor de nuestro común y muy estimado amigo Rodrigo Leiva. La familia de Rodrigo, como es lógico suponer, está muy afectada, especialmente su madre y hermana. Debemos apoyar a nuestro amigo en este muy difícil trance, en la mayor medida que cada cual pueda hacerlo.
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Aún no hay nada concreto en cuanto a funerales, por las implicancias legales de este tan lamentable accidente. No creo cometer infidencia si les doy el celular de Rodrigo: el antiguo es el 09-3079529, y el nuevo 09-6259651.
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Tres personas fallecidas fue el saldo que dejó un accidente aéreo ocurrido en la Región del Maule, donde una avioneta se precipitó a tierra a unos siete kilómetros al norte de Curicó. Entre los fallecidos se encuentra el piloto Nelson Leiva Zepeda (53). Según los informes preliminares, la nave salió desde el aeródromo de Tobalaba en Santiago, con destino a San Javier y capotó cuando retornaba a la Región Metropolitana. Se estableció que murieron los tres tripulantes, no obstante, aún no está claro si fallecieron debido al impacto o producto de las llamas, ya que la avioneta se incendió luego de estrellarse. Se trataba de una aeronave Beechcraft modelo BE-55 y con capacidad para 6 personas. Medios locales informaron que la avioneta cayó sobre una casa deshabitada, ubicada en el fundo Juan Moura, cerca de Curicó. Ahora, será la Fiscalía de Aviación la encargada de establecer cuáles fueron los motivos del accidente.
Noticia ubicada en:
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Santiago, 26 de agosto de 2008.

viernes, 22 de agosto de 2008

HÉCTOR OESTERHELD:
CREADOR DE “EL ETERNAUTA".
Por Máximo Carvajal Belmar.
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―In memóriam: En el segundo aniversario de la partida de Max―
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Lo conocí alrededor del año 1966 en una comida que se le ofreció en El Germania, donde asistía en pleno el Departamento de Historietas de Zig-Zag. El hombre que dio vida a El Eternauta era un señor bajito, de pelo que comenzaba a blanquear en las sienes. Muy amable, atento, sabía escuchar y hablaba lentamente. Su voz era hipnótica y una vez que comenzaba el relato ya no se escuchaba a nadie más. Todos seguían, casi sin respirar, la historia del maestro.
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Recuerdo que conversamos sobre un guión. Yo en esa época estaba fascinado por las historietas de guerra y de ciencia ficción. Nosotros ya habíamos comenzado la saga de Rocket, y las historietas argentinas: Hora Cero, Frontera y El Eternauta, nos impactaban profundamente. Yo sólo quería dibujar un guión del argumentista más grande del mundo. Héctor Oesterheld fue el primero de los gigantes del cómic que he conocido y quizás quien más me ha impresionado.
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Había leído en Hora Cero quincenal un relato suyo, dibujado por Solano López, sobre las misiones en Alemania de una fortaleza volante B-17 en la Segunda Guerra Mundial. “La amapola negra”, así se llamaba la historieta, fue un boom en la época, y me produjo tal impacto que lo único que quería hacer era historietas de guerra, y preferentemente de combates en el aire. Recuerdo que le pedí un guión sobre ese tema. Insistí que fuera sobre una fortaleza volante. Se rió, pero muy atento accedió. Incluso anotó algo en una libretita. Me hizo un chiste: “¿Sobre qué personaje en especial quería el guión? ¿El piloto, el artillero de cola, el navegante o el bombardero?”
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Reímos. Luego se puso serio y dijo: “Ustedes tienen un país lindo, ojalá que nunca se les suban los milicos arriba.” Fueron palabras proféticas, más tarde lo comprenderíamos amargamente.
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Había venido a Chile a vender material argentino de historietas. Su empresa ―Editorial Frontera― estaba quebrada. Llegó a Zig-Zag, cuando quedaba en calle Lord Cochrane, buscando nuevos derroteros en el esquivo negocio del cómic. Nunca pasó nada. Además, la gente que manejaba aquí las empresas editoriales tuvo siempre una visión bastante chata en relación al negocio. No había expertos en historietas, y aún no los hay. Pensemos que cuando Oesterheld vino a Chile a ofrecer sus servicios estaba trayendo el negocio del siglo. En Chile la venta del cómic pasaba por su mejor momento...
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Comenzó a escribir en unas publicaciones para niños llamadas Gatito (“El libro grande de los chicos chicos”), que tuvieron gran éxito en Argentina. Estaba publicada por Editorial Abril, que también sacaba la revista Misterix, donde posteriormente se le ofreció trabajo. Ongaro ―el guionista italiano de dicha editorial― estaba cansado y quería volver a su patria. Oesterheld acepta el encargo y crea para esa revista el personaje Bull Rocket, un científico con el cerebro de Einstein, los puños de Mohamed Ali y el rostro de un Burt Lancaster joven. Bull Rocket salía en capítulos continuados dibujados por el italiano Campani.
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Después de eso crea al Sargento Kirk, dibujado también por el tano Hugo Pratt. Con este personaje propone a la Editorial Abril una nueva política en la gráfica de los cómics: Hacer historietas de guerra. Era el año 52, estábamos en plena posguerra, el problema de los años 39-45 estaba fresco en la memoria de todos y se sabía muy poco acerca del mismo.
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La editorial se negó a apoyarlo. Se va y forma su propia empresa, Frontera, donde edita una revista con ese nombre (mensual y quincenal), y después Hora Cero (mensual, semanal y quincenal). También saca El Eternauta, como revista mensual; Ernie Pike, colección de batallas inolvidables, etc. Y todo eso con el equipo más increíble de dibujantes, que sólo se podía encontrar en Argentina: Pratt, Breccia, Roumé, el chileno Arturo del Castillo ―hermano de nuestro "Viejo" Jorge Pérez Castillo―, Solano López, Schiaffino, Haupt, Moliterni, Arancio, Durañona...
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¿Quién cuando adolescente no leyó a Sargento Kirk, El Eternauta, Randall the Killer, Mort Cinder, Sherlock Time, Ernie Pike? ¿Quién no leyó “La amapola negra” o “Los enterradores”, sin emocionarse hasta las lágrimas?
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Toda esa pléyade de dibujantes dirigidos por el genio de Oesterheld cambió el cómic de raíz, alterando los viejos moldes de lo que era la historieta tradicional hasta ese momento, cambiando el concepto maniqueísta de la trama. Él decía: “La historieta es mala cuando se la hace mal. Negarla en conjunto, condenarla en globo, es tan irracional como negar el cine en conjunto porque hay películas malas, o condenar la literatura porque hay libros malos. Hay en proporción muy elevada, desgraciadamente, muchas historietas malas. Pero ellas no invalidan a las historietas buenas. Al contrario, por comparación, sirven para exaltarlas aún más.” También decía: “En la guerra no hay buenos ni malos. El único villano es la guerra misma.”
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Hay una anécdota de Ernie Pike que vale la pena recordar. Cuando creó al famoso corresponsal de guerra se lo pasó a su amigo Hugo Pratt, para que le diera las características físicas al personaje. Le dijo, riéndose: “Hazlo noble, recto, humano. Así como yo.” Entonces Pratt lo dibujó haciendo un retrato caricaturizado del propio Oesterheld. Por eso se produce esa dualidad tan característica entre el personaje ficticio y el personaje real.
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El nombre Ernie Pike también es sacado de la vida real. En efecto, existió un corresponsal llamado Ernie Pile, que murió al final de la contienda, del cual supo nuestro argumentista por ser un lector infatigable. Oesterheld tenía una biblioteca fantástica, donde había datos de todas las contiendas bélicas: Primera Guerra, Segunda Guerra, la Guerra de Secesión, la historia del oeste norteamericano, uniformes, etc. Era un ejemplo para el que intentara el difícil arte de escribir guiones.
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En su temática, el escritor no desdeñaba la realidad. Impactado como todos nosotros por el fenómeno de la Revolución en Cuba, y la extraordinaria carga de esperanzas que aportó en su época al imaginario de América Latina, emprende la tarea de escribir la biografía de su famoso compatriota, Ernesto Ché Guevara. Ahora el tema, su tema, era un ser vivo, histórico, de carne y hueso. ¿Cómo enfrentaría nuestro artista este nuevo desafío?
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El resultado fue un libro de cómic único, que ahora sólo se encuentra en manos de coleccionistas, una publicación de culto. ¿Por qué? Porque cuenta con un prólogo del no menos famoso Ernesto Sábato, y el pincel de otra leyenda del cómic, Alberto Breccia. Editado en Argentina en 1968, no alcanzó una segunda edición. El golpe militar de marzo de 1976 reprime y castiga duramente al pueblo, a los medios de comunicación, al arte y la cultura, y, desde luego, a la historieta.
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Héctor Oesterheld, el más brillante guionista del cómic de aventuras, fue una víctima más de la guerra sucia en Argentina, en la cual habían ya perecido asesinadas sus tres hijas. En similares circunstancias él desaparece en el año 77, siguiendo su destino trágico. Un sobreviviente, que compartió celda con él, relata el que fue su último día: “Casi todos se dieron cuenta que esos momentos eran los últimos. Se notaba en el aire, en la atmósfera. Oesterheld se acercó a cada prisionero, dándoles la mano, uno por uno. Era la despedida.”
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Quizás ese último gesto marca de manera imborrable el espíritu de un gran hombre, un contador de historias inolvidable, un demócrata, un libertario. Su cuerpo fue lanzado probablemente a la selva. Sus cobardes asesinos nunca dieron la cara. Una situación muy conocida por nosotros. Sus restos nunca han sido encontrados.
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Alberto Breccia, impactado por el asesinato de su amigo, esconde los originales de “El Ché” en una caja y los entierra. La lluvia y el tiempo hacen su tarea, deteriorándolos casi por completo. Ya en democracia, se recurre a un único ejemplar de la primera versión, conservado por casualidad, el cual, retocado, sirve como matriz para la segunda edición de aquel maravilloso libro. En 1980, en Lucca, Italia, se hizo un reconocimiento a su labor. Ahí estuvieron Pratt, Moebius y Víctor de la Fuente, entre otros. Amnesty International recibe el premio póstumo dedicado a Oesterheld ante un auditorio emocionado.
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Ahora, a medida que nos alejamos de esos acontecimientos, el tiempo tiende un injusto manto de olvido sobre ellos. Pero reflexiono: ¿Es justo que a un Víctor Jara lo asesinen por cantar, que a García Lorca lo fusilen por hacer poesía, y que a un Oesterheld por escribir bellas historietas?
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Pregúnteselo, amigo lector.
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Artículo publicado en Revista Quantor, Año 2, Nº 4.
Santiago, Ediciones de La Golondrina, 2002.
Retrato de Oesterheld realizado por Máximo Carvajal; dibujos restantes pertenecen a Héctor Oesterheld.

miércoles, 20 de agosto de 2008

PÉREZ CASTILLO, EL ÚLTIMO IMPOSIBLE.
Por Máximo Carvajal Belmar.
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―In memóriam: En el segundo aniversario de la partida de Max―
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Un curioso atelier.
En la calle San Diego, a dos o tres cuadras de la Alameda, se encuentra el tradicional Teatro “Carlos Cariola”. Allí, en su último piso, vivió un artista iluminado a quién sus compatriotas y la posteridad aún no hacen justicia. Hablo de mi amigo Jorge Pérez Castillo, ilustrador de “Mampato”, dibujante de historietas, filósofo y soñador. Jorge era hijo de un ilustre actor del cine mudo, Jorge Pérez Berrocal, y hermano del famoso Arturo del Castillo.
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Desde el año 70 hasta 1984 el “ViejoPérez vivió en un pequeño altillo, de dos por tres y medio metros más o menos, que carecía de ventanas y estaba al fondo de un oscuro pasillo. El cuarto poseía por mobiliario dos sillones desvencijados, un pequeño escritorio, una lámpara y una biblioteca abarrotada de revistas, libros, diarios y un centenar de cachureos de la más diversa índole. Sus escasas ropas estaban ordenadas en un armario improvisado. En ese lugar vivió, amó, durmió y trabajó Jorge por más de catorce años. Cuando uno entraba en aquel Sancta Sanctórum, un olor a encierro, tabaco, sudor, calcetines sin lavar, le daba en las narices, pero a los cinco o seis minutos ya había pasado a ser parte del ecosistema y no era posible escapar, estaba atrapado en las redes de la conversación del “ViejoPérez.
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Al atardecer, como en Danza de Vampiros, aparecían las amigas de Jorge, como una corte de sacerdotisas de Lesbos. Las bellas cumplían una misión; eran como el telón de fondo, la decoración del videoclip en que él era el protagonista y anfitrión. Las chicas eran por lo general vedettes sin trabajo, almas sin rumbo que aparecían como fantasmas entre el humo del cigarrillo: la “Chica de los Ojos Tapatíos”, ya olvidé su nombre; Esmeralda, quien le daba el toque ambiguo a las sesiones; Marisol, la niña-mujer promiscua y con una vida marcada, y tantas otras: Yodalis, Mari, Pili, etc. No eran precisamente intelectuales, pero si bellas y dulces, contribuyendo a otorgar al ambiente un particular calor humano.
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Jorge Pérez Castillo es sin duda uno de los dibujantes míticos de la historia del cómic, tanto en Chile como en Argentina. En 1943 Jorge parte a Buenos Aires en viaje de bodas y se afinca en el país trasandino. Raúl Montarola, famoso ya por sus portadas del “Para Ti”, es su introductor en el medio gráfico. Pérez ingresa a la planta del Patoruzito, revista de culto en el mundo argentino. Allí dibuja “La conjuración de Venecia”, obra que le consolida como un maestro. Su estilo ha cambiado por esos años: de clásico a una impecable soltura y simplicidad en el trazo. Sin duda, un precursor de Pratt, que continúa su carrera en la Editorial La Columba.
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El “ViejoPérez es uno de los pocos dibujantes chilenos que figuran en la “Historia del Cómic”, de Jacques Toutain. También aparece en un maravilloso libro argentino, “El temperamento artístico a través de 150 artistas famosos”, donde figuran asimismo Harold Foster y Álex Raymond. En Chile el artista es más conocido por su trabajo de ilustrador de Mampato donde grafica novelas de los escritores Alejandro Dumas y Julio Verne, y obras como “El lazarillo de Tormes”, “El mundo perdido” y muchas otras. En 1984 incursiona también con una tira sobre los mapuches en el diario La Segunda.
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El juicio a la mosca.
Una vez que pasé a visitarle me lo encontré contemplando el techo en su pose favorita; una mano en la barbilla y la otra sujetando el codo del brazo a la primera.
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―Una maldita mosca me ha jodido toda la tarde―, expresó. ―Estaba a punto de matarla cuando me pregunté: ¿Con qué derecho me autorizo a eliminarla?
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Lo que parecía una tontería se transformó en una brillante charla sobre el derecho a la vida, de todas las vidas, aún de la criatura más insignificante. Desde luego, tales reflexiones no provenían de una postura religiosa que ninguno de los dos compartía. Así, nos paseamos por el Derecho Romano, el juicio a Sócrates, y hasta el de Dreyfus. No recuerdo haber analizado jamás un tema tan a fondo de tal interés y brillo y todo, por una mísera mosca.
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Una víbora en el sillón.
Pérez dormía sobre dos sillones, uno puesto frente al otro. Al medio colocaba sobre el suelo, en el pequeño hueco restante, un anafe eléctrico, alimentado por un cable pelado que emergía de la muralla.
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Solía contar que una noche que se acostó, como siempre, alrededor de las dos o tres de la mañana, y sin poder dormir, se dio cuenta de pronto que desde el respaldo del viejo sillón, por una rotura de su tapiz, había emergido una pequeña serpiente, la que comenzó a mecerse como si siguiera la música de una flauta invisible. Aterrado, dudando de su cordura, Jorge, mientras se tapaba el rostro con la frazada, observó por más de una hora las evoluciones de la serpiente. A veces le parecía un flaquísimo dedo espectral que le llamaba, en otras un venenoso reptil trazando lentos e hipnóticos aros concéntricos. Él temía moverse y hasta respirar. Sólo al alba vino a darse cuenta que la tal serpiente era la cola de una rata que vivía como su inquilina en el relleno del viejo sofá.
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Una boda campesina en África.
Poco antes de regresar a Argentina Jorge había comenzado a pintar con muchas ganas. Trataba de reproducir las figuras fantásticas (hombres, castillos, animales...) que se vislumbraban en los muros de su cuarto en penumbras. Una tarde al llegar a su cubil me narró una curiosa historia.
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Al fondo de un pasillo oscuro, frente a su pieza, había un baño algo sucio, de murallas descascaradas por la humedad. La noche anterior entró al excusado, y al sentarse vio la mancha en la muralla. En su centro se estaba celebrando una boda africana. Mientras Jorge observaba con asombro, uno de los hechiceros lo vio y le invitó a unirse a la festividad. “Entonces entramos en un claro, en medio del poblado”, continuó el “Viejo”.
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Los guerreros de ébano blandían sus lanzas, danzando locamente. El novio, ataviado con sus bárbaras galas, hinchaba orgulloso su pecho. Desde su sitial el jefe de la tribu presidía dignamente, sonriendo bajo un amasijo de adornos de hueso y conchas marinas. El hechicero, mi anfitrión, hacía sus pases mágicos bailando en torno a la pareja de desposados, mientras agitaba un pequeño caldero que pendía de una cadena y en el cual ardían resinas y hojas perfumadas.
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La novia era una muchacha espectacular, y no podía ser de otro modo puesto que Jorge siempre estaba rodeado de bellas mujeres, incluso en sus alucinaciones. Me describió con precisión su boca, sus pechos, su manera de andar. Al final, quedé yo también con la impresión de haber asistido a la boda después de ver los dibujos que Pérez hizo para conmemorar el evento.
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Pagodas en la calle San Diego.
La revista Mampato había cerrado sus puertas, había muy poco trabajo en Chile y ninguna clase de seguridad o posibilidad de desarrollo bajo el “gobierno” de Pinochet. Jorge comenzó a madurar la idea de regresar a la Argentina. Antes de irse inició la construcción de una nueva biblioteca. Utilizaba como materia prima las cajas que los comerciantes ambulantes dejaban botadas en la calle. Las toscas construcciones se afinaban hacía el techo como templetes orientales, como pagodas en inverosímil equilibrio, generando extrañas perspectivas y asociaciones de ideas.
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En los muros Jorge había iniciado una espectacular red caminera edificada con cajas de fósforos, la que atravesaba de lado a lado la habitación. En el interior de aquellas cajas había diversos mensajes para sus amadas, las sacerdotisas de Lesbos. Una consigna campeaba perentoriamente en el sector central de la muralla: “¡Cuándo pueda me muero!”, de Joaquín Murieta.
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Un día Jorge ya no estaba. Su última joven compañera, con la cual concibió una hija, estaba barriendo la pieza vacía. En el suelo yacían cientos de sus dibujos. “Por favor, llévatelos”, me pidió. Yo recogí hasta el más humilde boceto. Nunca he creído que me pertenezcan. Son el patrimonio de éste, mi país querido, que siempre ha sido padrastro de sus talentos, y madre amorosa de la mediocridad.
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El “ViejoPérez se ha marchado en el mismo año que Igor y Hugo Pratt. Quizá llegó finalmente a ese lugar que él llamaba el “co-mundo”, la dimensión paralela a la que sólo se accedía atravesando las murallas del corazón. Tal vez Igor simultáneamente se ha internado en el mundo del Medioevo en busca de caballeros, duendecillos y hadas, mientras que el “TanoPratt navegaba en un prao con el Corto, rumbo a la Polinesia.
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De pronto desearía que los visionarios vivieran para siempre, que Jorge aún estuviera entre nosotros. Pero tarde o temprano el telón inexorablemente del Cariola baja al final. Las luces del escenario se han apagado y es hora de ir a casa. El soñador ha partido.

Santiago, Julio de 1998.
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(Leído y comentado en una reunión de SOCHIF de la época. Imágenes corresponden a dibujos de Jorge Pérez Castillo recopilados por Máximo Carvajal.)

jueves, 7 de agosto de 2008

ACERCA DE "GATTACA" (1997).
Por Juan Manuel Silva Henríquez.
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La película esta ambientada en un futuro próximo, en que se puede crear a un hijo a voluntad decidiendo como será. Se trata de condicionar hasta su personalidad, intentando no dejar nada al azar, son los llamados “VALID” (válidos), que son las personas creadas directamente por la genética, y de esa manera eliminar de todo error posible de su estructura.
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En la película queda establecido que el ADN es la MARCA. Basta con un pelo, la saliva, unas gotas de sangre, una simple célula de tu cuerpo, y ya se sabe cómo eres, quién eres y qué puedes llegar a ser. Así resulta creado un nuevo status social: la gente con ADN perfecto tiene acceso a los puestos de trabajo y un ascenso en la sociedad.
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Quienes no fueron así fabricados ―los nacidos por la fe o por el método tradicional― son marginados, aunque en teoría existan leyes para no marginarles que exijan se les trate como a otro cualquiera, pero eso no lo cumple nadie.
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En esta sociedad, el protagonista ―Vincent―, un hombre normal y nacido del modo tradicional, en el mismo instante después de su concepción, al quitarle una gota de su sangre le pronostican una posible muerte prematura a la edad de 30 años y también problemas cardíacos. Entonces se convierte en NO VALID.
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Un dia Víncent le gana a su hermano ―Antón―, el cual era un “VALID”, una apuesta de natación. En ese momento Vincent se da cuenta de que puede lograr más cosas de las que le habían pronosticando y tenia muchas posibilidades en esa sociedad. Pero cuando emprende una búsqueda de trabajo, al tomarle muestras de sangre no era aceptado, y solo, se le daban trabajos de limpieza.
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Para combatir con éxito contra su supuesto destino se ve forzado a usar la identidad de otra persona que tiene el ADN que el mundo quiere. Esto lo consigue mediante ímplantes de piernas, cortes de pelo, lentes de contacto, etc. Vincent se transforma en Jerome, y de esta manera consigue el trabajo en Gattaca, haciéndose pasar por un “VALID”, sin que nadie lo descubra. En Gattaca llega a ser astronauta, cosa imposible teóricamente para él, que tiene un 99% de probabilidades de fallo cardíaco a los 30 años.
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Mientras Vincent está en Gattaca, es asesinada la persona a cargo de la institución. A Vincente se le cae una pestaña, la que es encontrada por los investigadores. Rápidamente lo culpan de asesinato, al descubrir tras el análisis de lo encontrado que él era un NO VALID.
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Para su fortuna, luego de muchas investigaciones, aparece el asesino verdadero, que era nada menos que el mismo director de Gattaca, quien en la película afirmaba no tener “un hueso de víolencia en su cuerpo”. Se puede concluir, pues, que tampoco él cumplió con su aparente destino, ya que terrninó siendo un asesino.
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Antón, el hermano de Vincent, es el subdirector de Gattaca, y luego de una discusión entre ambos en el cual el tema es quién realmente debería estar ahí, se enfrentan nuevamente en su antiguo juego, donde una vez más gana Víncent. Es así como Víncent logra ir al espacio, cumpliendo finalmente con su objetivo. Aunque queda la duda del por qué el hombre de los análisis, quien siempre supo que él era un NO VALID, nunca lo denunció, sino que siempre lo dejó seguir.
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Haciendo un análisis en profundidad, se puede decir que la tesis inicial de esta obra era la siguiente: “El destino del hombre está marcado desde su nacimiento”. Sucede lo contrario a esta hipótesis que las personas no pueden cambiar: Víncent si pudo cambiar. Se describe una sociedad en donde solo se considera una cosa: las muestras, y los números que allí aparecen. Y en la película se muestra muy bien las diferencias. Como Jerome muestra poco espíritu en su vida, siendo él un perfecto VALID, y siendo Vincent un perfecto NO VALID, en cambio si demuestra espíritu para mejorar.
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Es por eso que de toda la película se podría resumir en la siguiente frase: “No hay gen para el espíritu humano”.
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Santiago, 04 de agosto de 2008.-

sábado, 2 de agosto de 2008

Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna y Sociedad Chilena de Fantasía y Ciencia Ficción (SOCHIF) le invitan a participar y a conversar en dos actividades relacionadas con problemáticas urgentes para la sobrevivencia de la humanidad...

Sábado 9 de agosto, 15 horas: DESTINO Y LIBERTAD EN LA SOCIEDAD EMERGENTE.

Exhibición de la pelicula “Gattaca” (1997), de Andrew Niccol. Comentarios y intercambio de opiniones a cargo de los escritores Edgar Unger Reuther y Juan Manuel Silva Henriquez.

Jueves 14 de agosto, 19 horas: AMENAZAS Y URGENCIAS ECOLÓGICAS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA CF.

Exhibición del documental “Una verdad incómoda” (2006), de Davis Guggenheim, con Al Gore. Comentarios e intercambio de opiniones a cargo de los escritores Edgar Unger Reuther y Juan Manuel Silva Henriquez.

SALÓN PRINCIPAL DE MNBVM: Av. Vicuña Mackenna 94, Parque Bustamante (línea 5), Prov., 2229642.

Santiago, 02 de agosto de 2008.-