12 DE OCTUBRE.
Por Juan Ricardo Muñoz Pollier.
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A veces pienso que el día 12 de Octubre es más importante para nosotros, los muchachos de la Plaza de Almagro, ya que fue la fecha de fundación de nuestro club, que el Descubrimiento de América.
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Los mapuches y todos los pueblos indígenas que habitaban esta parte del mundo tienen la razón: descubrir significa encontrar algo o lo que sea que nadie ha visto jamás. Para un azteca, un aymará o un mapuche jamás existió tal descubrimiento. Y desde entonces la lucha entre indios y españoles y nosotros que somos producto de los dos, aún persiste.
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En silencio, el 12 de Octubre, fundamos el Club Iris...
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Frente a mi casa existía un enorme solar, así llamábamos a un espacio plano, árido, todo tierra, polvo, piedras, sin belleza alguna. Cuando había campañas políticas terminaban siempre en el solar, quizás porque estaba cerca del Palacio de la Moneda. El Yiye, predicador internacional, utilizó el solar. Circos, juegos itinerantes, con carruseles, música y loterías, campeonatos de fútbol del barrio, amores y peleas, el solar era el espacio negado en el hogar a nuestra chiquillería...
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Y allí nacieron todos los grandes futbolistas que se gestaron en el Iris, este club sin igual que cobijó a tantos amigos, que no me atrevo a mencionar a ninguno, ni a los más queridos ni a los más distantes para que nadie se me quede en el tintero. Sin ellos, que dieron tal cantidad, jamás habría surgido la superior calidad que permitió que brotara del vientre de una pelota de trapo un famoso y excelente jugador.
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Al “Chocolo” Ramírez le dedico estas líneas. Se las entrego con cariño aunque él y yo sabemos que no fuimos ni muy amigos ni compadres pero que, a pesar de los años, hay cariño porque ni él ni yo ni otros consecuentes, renegamos de nuestras raíces y recuerdos. Su historia y es lo que yo quiero destacar aquí, no habría sido posible sin el apoyo de su familia, sin el ejemplo de los “viejos” del Club, sin su tesón y empuje. Sin esa, su maravillosa habilidad.
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Años más tarde aprendí que cada ser humano tiene su herencia y circunstancias. Todos tenemos una capacidad, una habilidad que jamás aflora, porque no se dan las condiciones o no se producen los esfuerzos para ello o quizás porque no tenemos suficiente fe en nosotros mismos o porque son pocos los que están dispuestos a sacrificar su tiempo para ayudar a forjar al genio, a la estrella, al campeón. Lo que les leeré lleva ese mensaje.
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PELOTA DE TRAPO.
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Pelota de trapo rodando entre tierra y guijarros, pelota de trapo parecías de cuero recién curtido cuando pasabas frente al farol que alumbraba con luz un breve cuadrante del solar. Y tras la conquista del balón veíamos correr veloces, sin tregua, casi con locura, a dos, no a tres ni a once, sólo a dos luchadores que se jugaban honor, vida y sangre por lograr una mejor técnica, una inteligencia especial. Dos chicos que sudaban y luchaban como harían dos gladiadores en un circo romano combatiendo por su vida...
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La pelota corría impulsada por el talento que cada noche florecía por la energía de zapatos huérfanos de metálicos estoperoles. Cada noche, en el solar bajo el farol, cada noche de verano, sin faltar...
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Al volver a mi casa no podía dejar de mirar por breves instantes la constancia necia de cada noche en pos de esos trapos unidos que imitaban un balón.
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La historia del “Chocolito” Ramírez se conoce. Seleccionado nacional, profesional de exportación, cruzado católico por contrato y corazón, el mundo del fútbol lo recuerda con respeto y cariño.
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Sin embargo, el otro, el jugador fantasma que como sparring entrenaba al que sería la estrella, el que apretaba los trapos a la pelota que iluminó el talento del "Chocolito", de aquel, nadie se acuerda. Fue el "Chundo", el que abandonaba su carro ya vacío de verduras y hortalizas, el que a pesar del cansancio, a pesar de ganancias y pérdidas, apretaba los trapos con todas sus fuerzas para que el balón de la pobreza rodara, por el suelo árido bajo la luz moribunda del farol.
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Einstein señalaba con humildad: Soy un físico destacado porque Newton existió, si me ven es porque estoy sobre sus hombros. Así como este genio del siglo XX, Orlando Ramírez, sabe que es producto de su herencia, de los genes que le dieron personalidad y habilidad, pero, también de su medio, de su Club y de sus compañeros.
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Estadio Nº 1.001 (1962). Portada: Orlando Ramírez y Fernando Ibáñez.
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Y Orlando debe en parte su habilidad al dueño del balón de trapo, al vendedor ambulante que le puso sus hombros en un momento de la vida para que “Chocolito” alcanzara la fama. En esta historia del futbolista de excepción que fue Orlando “Chocolito” Ramírez, Hijo Ilustre de la Plaza de Almagro y su solar, no se puede archivar ni obviar el recuerdo del “Chundo” que aún vende frutos y hortalizas.
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Lo triste es que ahora no lo empuja el fútbol ni la pelota de trapo que era necesario apretar. Arrastra su carro y sólo el vino lo motiva, el alcohol, que ha reemplazado todos sus sueños y lo ha dejado en espera de otra vida para ayudar a forjar una nueva y mejor estrella del balón.
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Cierto, glorifiquemos a todos aquellos que en nuestro Club o en el mundo han ayudado a que nazcan nuevos deportistas. De esa cantidad nacerá la calidad. Saludemos siempre la existencia de todos los que colocan los hombros para que sobre ellos se encumbren los seres humanos. Saludemos a niños, hombres y mujeres que permiten que otros alcancen la fama debido a su colaboración.
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Gloria a quienes colocan hombros y corazón permitiendo que por su esfuerzo y solidaridad nazcan genios y estrellas...
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Gloria a los muchachos futbolistas de ayer y hoy. Gloria al "Chocolo", gloria al "Chundo", gloria al Club Iris.
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Santiago, Julio de 1999.
Notas:
1. Texto aparecido en Revista Quantor, Año 2, Nº 4, julio de 1999.
1. Texto aparecido en Revista Quantor, Año 2, Nº 4, julio de 1999.
2. Dibujos realizados por Máximo Carvajal especialmente para esta historia.
3. Imagen de portada de Revista Estadio ubicada en
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