sábado, 15 de diciembre de 2007

REFLEXIONES DE FIN DE SEMANA
Opinión de Alfredo Parada Ramírez
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A nombre de la Directiva de la Sociedad Chilena de Fantasía y Ciencia Ficción (SOCHIF), a través de este sencillo mensaje quiero agradecer muy sinceramente a quienes nos acompañaron el martes 4 de diciembre pasado en un evento que realizamos en Café N’aitún. Hay que decir que dicho evento fue doblemente importante para nosotros, primero por tratarse de la presentación de un nuevo libro de nuestro amigo Teobaldo Mercado, pero también por ser el comienzo de una nueva época para nuestra organización.
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A lo largo de su existencia la SOCHIF ha pasado por momentos de febril y activa creatividad, y otros en que esta ha sido mínima. Hoy estamos saliendo de una de esas fases de “recogimiento”, por así decirlo, siendo la actividad pública a la que me estoy refiriendo la primera que efectuamos después del fallecimiento de quien fuera nuestro Presidente: Carlos Raúl Sepúlveda. Partida que se sumó a otras ocurridas en un relativamente corto período de tiempo como fueron las de nuestros entrañables amigos Juan Muñoz, Eugenia Landabur, Máximo Carvajal y Adrián Roca.
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En un grupo humano no tan numeroso como es el nuestro, esas pérdidas fueron ―y continúan siéndolo― enormemente sentidas. La etapa que ahora estamos iniciando nos encuentra llenos de ideas, proyectos y expectativas, pero conservando íntegras las esperanzas de quienes nos antecedieron en el viaje definitivo, sin que eso, por supuesto, impida que tratemos de adecuarnos de la manera más preactiva posible, a los nuevos conocimientos y públicos. En homenaje a esos próceres nuestros continuamos luchando contra molinos de viento, en la búsqueda de generar espacios culturales de libertad al margen de la chatura del pragmatismo libremercadista y de la ley de máxima ganancia, intentando ayudar a materializar un mundo más estimulante, progresista y extraordinario, con nuestras armas favoritas en ristre: crítica mordaz y aporte constructivo.
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Decía que en ese tradicional y emblemático café del Barrio Brasil nos reunimos para acompañar a Teobaldo en el lanzamiento de su última publicación. Con nuestro amigo parece estar cumpliéndose la antigua sentencia de que nadie es profeta en su tierra. En efecto, sus libros en estos momentos son mucho más conocidos y difundidos en el extranjero, específicamente en España, que en su propia patria. No obstante, el reconocimiento a su obra literaria es creciente. Como escritor tiene habilidad y talento para plasmar inquietantes visiones del porvenir, utopías y plausibles extrapolaciones. Sus personajes conservan todas las características centrales del ser humano: ironía, valor, soledad, humor, miedo...
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Concluyo estas sencillas palabras, en consecuencia, saludando a Teo, con la misma alegría y sinceridad con que se saluda al amigo que otra vez vuelve a ser padre, y que concentra en su nuevo hijo muchas de sus esperanzas y muchos de sus sentimientos. Teobaldo, el mejor de los éxitos en el desarrollo de tu obra. Felicitaciones.
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Santiago, 11 de diciembre de 2007.

viernes, 16 de noviembre de 2007

VOCES DEL TIEMPO
Por Marcelo Velasco
(Tercera parte de tres: 3/3)

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El sábado 10 de marzo de 2007 realizamos una romería a Carlos. Fueron muchos de sus amigos cercanos y cada uno de nosotros dijo algo con respecto a lo que significó en nuestras vidas, en los distintos ámbitos que se desenvolvió.

Pesé a que Richard Salazar, “el maldito Alemán”, nos dijo que con esta ceremonia debíamos cerrar el duelo de nuestro amigo, sabía que aún tenía inconcluso una comunicación con Carlos... Aún no podía estar tranquilo.

Apresurado llegue a mi casa a desempolvar el viejo libro de Salgari y comencé a buscar nuevamente cual era el mensaje que era necesario descifrar. El tiempo había pasado y tal vez ahora podría ver las cosas con otros ojos, como me había dicho Carlos.

QTOR, FANTCOL, VAGDO, seguían siendo una incógnita.
¡¡¡Que es lo que me quisiste decir!!!!
¡¡¡Porque me pusiste un mensaje tan difícil y no simplemente lo escribiste en tus libros....!!!!
¡¡¡...TUS LIBROS!!!!
¡¡¡Eso era!!! No había ninguna alusión a alguna editorial o autor porque simplemente eran sus libros.

DHIE debía ser “El Dios de Los Hielos”...
VAGDO debía ser “Vagamundos”...
QTOR debía ser “Quantor”....
QTOR 4, P25, L47; El número 4, párrafo 25, letra 47.... En ese Quantor habían dos escritos de Carlos, la editorial y el cuento “La isla de los macacos”.
Si aplicaba la regla a la editorial, no se podía dar, porque sólo tenía 21 párrafos.
¡Debía ser el cuento!

Busque en él... El resultado era la letra “a”.

Luego la siguiente: FANTCOL, P 17, L5
Debía ser “El Fantasma del colegio y otros relatos”.
La letra encontrada era la “a”.

Continué con el resto de las claves.

¡Al llegar a la octava clave literalmente se me cayo la cara! El mensaje resultante hasta ese momento era “aaojlfml”

¡No era esa la forma de descifrar el mensaje! ¡Era imposible que fuera un mensaje coherente!
Cuando nuevamente la desazón y la frustración comenzaron a envolverme, se acerco Fernanda y me dijo dulcemente pero con preocupación.

―¡¿Que le pasa a mi niñito hermoso?! ¿Por qué tiene esa cara?― me dijo dándome un dulce beso en la boca.
―¡Nada!― dije enojado. ―Es que todavía no puedo saber que me quiso decir Carlos Raúl...
Fernanda sabía del mensaje y de lo mucho que me frustraba, por lo cual procedió a ayudarme de la mejor forma cuando estoy frustrado... ¡Me retó!
―¡No creo que te haya querido decir algo oculto! ¡No era un escritor! Los escritores siempre dicen lo que quieren decir y listo. No andan escondiendo cosas, sino dejarían de ser escritores― luego, retomando su dulce voz, me dijo mientras me abrazaba ―¡Tal vez no te oculto nada sino que simplemente te lo dijo!


Pensativo abrí nuevamente el Quantor número 4, pero en vez de buscar el párrafo 25, busque la página 25. Calzaba con el cuento de “La isla de los macacos”. Ahora en vez de ser la letra 47 tenía que ser la línea 47. En ella decía: “Establecido un plan posible, en alguna parte, los engranajes que determinan la existencia de los sucesos comenzaron a moverse el sentido preestablecido.”
¡Sin duda era un comienzo!

Luego busqué la segunda clave. ¡Los pelos se me pusieron de punta al leer lo que decía!: “Cuando los hombres envejecemos― dijo el caballero ante el absorto público infantil que le escuchaba boquiabierto ―nos vamos quedando solos. Los amigos de infancia, los compañeros de estudio, los socios y antiguos clientes, las personas que vamos conociendo, las relaciones que todos vivimos en una sociedad que vamos estableciendo, el trabajo y la misma existencia, se va perdiendo en el tiempo”.

La siguiente clave decía: “Las gentes van cambiando de actividad, de residencia, falleciendo. Sólo la familia, y eso no es siempre, continúa y permanece, aunque a veces también― añadió acariciando la mano de su hijo ―puede perderse por razones que, vistas a través de la perspectiva de los años parecen mezquinas o ridículas...”

Carlos había muerto desganado y en mucha soledad. Entonces era cierto. Estaba hablando directamente, sin trabas ni complejos algoritmos, sino que simplemente te estabas dirigiendo a nosotros con directas voces del tiempo, gritando desde lo más intimo de tu ser, simplemente para darnos un consuelo y hacernos levantar nuevamente.

De esa forma fui descifrando todas las claves.
QTOR 4, P 21, L29, “La Isla de los macacos”: “Si soy un hombre algo anticuado y amo el conocimiento”

QTOR 4, P3, L31: “¿De que recodo temporal, de donde emergen entonces aquellos ‘viejos locos’ que continúan porfiando en generar espacios culturales de libertad, al margen del mecenazgo de las empresas transnacionales, luchando contra la chatura del pragmatismo libremercadista, los molinos de viento y la ley máxima de ganancia, encendiendo chispas en la amorfa pradera de la conciencia colectiva?”

Esta era la editorial del Quantor 4. Era una alusión al trabajo que realizábamos para difundir la cultura en un mundo que casi la había olvidado. Él los había llamado los “magníficos dinosaurios”. Carlos, no sabía en ese momento que hablabas simplemente de ti.
QTOR 4, P3, L61: “Allá suena el clamor de los gigantes, convocando nostalgias, concentrando sueños, congregando el porvenir”.
¡Como siempre levantándonos los brazos caídos!

En ese momento me di cuenta que la editorial del Quantor 4 dio la luz el 2002. “Vagamundos” también era de una fecha posterior. ¡¿Cómo era posible que Carlos haya escrito el mensaje en 1990 haciendo alusiones a escritos que aún no había realizado?!
La respuesta me la dio en la siguiente clave.

VAGDO, P53, L10: “Realidad o sueño, es el todo, pero también una parte. Una parte tan igual al todo que podemos encontrar en el vuelo de un pájaro, como en la delicada estructura de sus alas o en la fórmula de la piedra filosofal escrita con letras de oro en un pedrusco diminuto encontrado en los faldeos del cerro San Cristóbal”

Por lo tanto, si lo creíamos o no dependía de como aceptábamos la fantasía.
VAGDO, P18, L4: “Mi viaje tenía un propósito iniciativo. Era una prueba que debía rendir, una entrada que transponer, para orgullo de mi vigilante y la satisfacción de mis hermanos”

¿Vigilante? ¿Quién era tu vigilante?
VAGDO, P43, L22: “¡Que bueno es verte compañero!¡Te he extrañado tanto!”
No entendí este párrafo.

La escritura no tenía relación con lo que anteriormente había leído. Tuve que dar vuelta la hoja para ver en la parte inferior de la página había un dibujo que Carlos había realizado para el libro donde aparecía él y su viejo amigo Juan Muñoz.

Entonces entendí. Juan había muerto unos años atrás, y muchas personas habían dicho que antes de la muerte de Carlos pudieron ver la figura de Juan rondando la casa. Entonces era verdad. Estaban juntos y Juan lo había recibido.

Continué leyendo.
VAGDO, P116, L13: “Aún tenía toda una vida por delante”

VAGDO, P116, L14: “Saber más, crecer, mi nacimiento, mi muerte, renacer, todo se juntaba como un mosaico que encajaba perfectamente en mi imaginación”.
No importa donde estés, seguirás siendo un soñador.

DHIE, P56, L11: “Tal vez él no hallase todas las respuestas, pero ellos tendrían ya mucho camino, todo el suyo, tras de sí”

¿Éramos nosotros a los que dejaste? ¿A quienes hacías referencia?
DHIE, P56, L9: “Pensaba en niños creciendo, niños que tuvieran una tradición desde la infancia, libertad”
Era las generaciones futuras, aquellas por las que tanto habíamos trabajado. Este era tu legado, simplemente brindarles una cultura mejor.

Luego comenzó a despedirse.
QTOR 4, P 25, L68, “La Isla de los macacos”: “Me iré de esta época amorfa para siempre. El hombre tiene derecho a optar en donde ser y en donde morir”
¿A dónde te irías, Carlos? ¿A dónde?
DHIE, P235, L17: “Mas allá, Mas allá... Encontraría un enigma que descifrar, una inspiración que leer, una causa por la cual luchar, una antigua canción para que su pecho oprimido se expandiese”

DHIE, P235, L21: “El conocimiento no tenía fin, y la paz era tan sólo el reposo del combate”

No podía creerlo. Estaba simplemente mudo. El pecho parecía que me iba a explotar y no podía ver absolutamente nada, porque las lágrimas rodaban interminablemente por mis mejillas.
Fernanda me abrazó fuertemente mientras lloraba desconsoladamente.
Ahora podía dejarte ir. Ahora estábamos en paz.

Ya no sentía el pesar de haber perdido contacto con Carlos estos últimos años, sino que simplemente me embargo una paz y felicidad indescriptible. Sabía que no nos veríamos en mucho tiempo, pero sabía que como siempre nos llevabas la delantera.

¡¡¡Hasta aquí llegaste, forastero!!!... Nos inundaste sabiduría y simplemente diste un paso hacía la eternidad.

Santiago, Abril de 2007.
PS.- Texto íntegro ubicado en
http://www.puerto-de-escape.cl/08/02_esp_crs.htm#04

CIENCIA: EN PRIMAVERA INDIFERENTE
Por Pedro Frez

La indiferencia y distancia chilena actual hacia la Investigación Científica, se percibe en algunos signos, además de las escuálidas cifras del Presupuesto nacional que históricamente se destinan al desarrollo de las Ciencias y tecnologías propias Made in Chile.

Ejemplos del silencio e indiferencia ciudadana, son los nombres de algunas calles del barrio República; Sazié; Domeyko; Gay; entre otros; donde muchos santiaguinos e incluso estudiantes universitarios no saben a quienes corresponden los nombres de aquellos científicos naturalistas del siglo XIX; doctor Lorenzo Sazié Laterrade-Pilo (francés); Ignacio Domeyko (polaco), Claudio Gay (francés); hicieron amplia y patriótica labor educacional y científica como fundadores de instituciones, las que también dirigieron y que aún perduran.

Buscar en otras latitudes entre los pioneros naturalistas será un desafío mayor para cualquiera como subir una cumbre, si menciono a un Darwin; o un Humboldt.

Algo les dirá la Teoría de la Evolución; o la Corriente de Humboldt.Hace algunos años David Yudilevich, publicó a través de Editorial Universitaria acerca de la permanencia de Charles Darwin en Chile. Después se abocó a investigar y escribir sobre Alexander von Humboldt.Los que tengan interés buscarán aquellos libros y partirán ansiosos a indagar en aquellas fuentes bibliográficas...

Darwin en Chile (1832-1835): Viaje de un naturalista alrededor del mundo /Editorial Universitaria/4ªedición, 2005/por David Yudilevich ...

De Alexander von Humboldt editó con rica iconografía Mi viaje por el Camino del Inca / Editorial Universitaria / Santiago de Chile, 2004.

David Yudilevich es profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y Emeritus Professor, King's College, University of London, U K . Autor de muchas publicaciones científicas e investigador en ciencias biológicas.

Este cronista arriesga otras miradas. Me sirve de metáfora toda la falta de interés por lecturas de mayor peso cultural y científico como otro matiz de retroceso, aunque suene extraño e irónico, habría que incorporarla dentro de la llamada Involución o Evolución negativa y su destino de deterioro y muerte.Por otro lado, también se cree que la Evolución va mejorando las cosas. La contradicción de todo lo anterior tiene un mismo nacimiento desde "algo" o "Alguien" desde un oculto origen de las especies; y si afinamos el entendimiento, en lo muy profundo sigue siendo un " misterio ". Así, en el siglo XIX, las luchas de la Iglesia contra la Evolución terminaron "rápida y amablemente", sin duda, ya que la explicación darwiniana deja abierto un sitio para un Plan Divino.
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Un dato biográfico: Charles Darwin contrajo matrimonio con su prima Emma Wedgwood, de la distinguida familia de alfareros; combinando sus recursos económicos, aseguraban un ingreso que permitiría que Charles, de salud delicada, viviera holgadamente - según el naturalista y literato Donald C. Peattie desde su libro Verdes Laureles (Editorial Hermes) - porque era indudable que Charles necesitaba de cuidados. Nunca estuvo bien después del viaje del Beagle; cualquier diversión podía costarle una semana de sufrimientos físicos y nerviosos; media hora de visita de un amigo o quince minutos de exceso de trabajo, originaba la pérdida de días de tarea.

Santiago, 15 de octubre de 2007.
PS.- Texto originalmente ubicado en
IMPORTANTE: Como grabación salió al aire el jueves 8 de Noviembre de 2007, Programa Vuelan las Plumas, de radio Universidad de Chile 102.5 FM en síntesis más compacta por caracter propio del tiempo radiofónico.
VOCES DEL TIEMPO
Por Marcelo Velasco
(Segunda parte de tres: 2/3)

4 (1990)

Habíamos crecido dentro de la Sochif. Estábamos preparando el segundo encuentro nacional de Fantasía y Ciencia Ficción. Por fin habíamos podido publicar el Quantor después de muchas horas de esfuerzo, trabajo y muchos dolores de cabeza. Teníamos un taller de maquetas y pronto comenzaría uno literario.

Era el año de nuestro crecimiento.

Con Carlos Raúl estábamos revisando el contenido del boletín número 10 de la Sochif, cuando de pronto me dijo:
―¿Todavía lees esos libros de aventuras?
―Sí, aunque no he podido terminar de leer a Sandokán, porque no los tengo todos.
―Pues, ¡ahora los vas a poder leer todos!― me dijo con una sonrisa brillante y el pecho en alto mientras sacaba un libro de la repisa al costado de su escritorio.

Con un nudo en la garganta pude ver un pequeño libro de unos 15 cm con tapa dura azul, de cuatrocientas y tantas páginas, con la inscripción “El Desquite de Yañez” en su lomo.
Traté que una lágrima no rodara por mi mejilla, pero sin duda la vista se me nubló mientras ojeaba el libro.

―¡Gracias!― le dije casi sin voz. ―¿Dónde lo encontraste?
―En San Diego el mes pasado. Como no nos habíamos visto no te lo había podido pasar... Pero, ¡ahí esta!
―¿Y cuánto te debo?
―¡Crees que te voy a cobrar algo por el libro! ¡Es un regalo!

No lo podía creer. Después de tantos años buscando ese libro me sentí cansado al saber que por fin lo había adquirido. Era como si sintiera que por fin podía descansar en paz después de un trabajo de toda una vida.

Era de una editorial “Saturnino Calleta”, la que no había visto nunca. La verdad es que nunca he visto un ejemplar de ese libro, o de alguna otra editorial, salvo el que me regaló Carlos. Sin duda siempre estaré en deuda con él por tan preciado regalo.

―¡Vas a tener que dedicármelo entonces!― dije con alegría.
―¡Ya está hecho!― me dijo riéndose.

No entendía lo que me decía. Tal vez el shock había sido demasiado fuerte, pero no veía ninguna dedicación en las páginas delanteras del libro.
―¡Pero si no tienen nada po, Carlos!
―¡Si lo tiene, Pequeño Saltamontes! ¡Si lo tiene! Sólo tienes que saber mirar con otros ojos.

Como siempre Carlos trataba de poder enseñar algo y en ese momento me estaba diciendo que no era necesario escribir algo cuando ya estaba tallado en el corazón.
O por lo menos eso fue lo que creí en ese momento.

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Tardé sólo dos días en leer el libro. Había pasado casi todo el fin de semana encerrado en mi pieza devorando cada una sus páginas.

Por fin pude saber como Yañez y Sandokán habían podido vencer al malvado Raja Shindia que intentaba usurpar el reinado de Assam al Portugués y fiel amigo de Sandokán.
Cuando por fin lo terminé de leer pude ver que en una de las últimas páginas en blanco de la encuadernación, había una serie de frases escritas con la letra de Carlos.
¿Era esa la dedicación que me había dicho?

Era extraño ya que no decía nada coherente, sino que unas simples letras y números.
QTOR 4, P25, L47
FANTCOL, P 17, L5
FANTCOL, P 17, L11
QTOR 4, P 21, L29
QTOR 4, P3, L31
QTOR 4, P3, L61
VAGDO, P53, L10
VAGDO, P18, L4
VAGDO, P43, L22
VAGDO, P116, L13
VAGDO, P116, L14
DHIE, P56, L11
DHIE, P56, L9
QTOR 4, P 25, L68
DHIE, P235, L17
DHIE, P235, L21

Entonces comencé a dudar. En el librillo de cuentos que me había pasado Carlos, durante la primera aventura del “Club de Detectives Sherlock Cinco” habían descifrado un mensaje oculto, obteniendo la clave para resolverlo del libro “El Prisionero de Zenda” de Anthony Hope.

Los niños habían encontrado la clave en la siguiente inscripción: “R. Hentzau, CAP III. ED. Robin Hood. 1 L3”.

Una vez encontrado el libro de la editorial Robin Hood, sobrepusieron el párrafo de la línea 3 del tercer capítulo con las letras del abecedario sin repetir ninguna, A, B, C...... etc.
Con esto supieron que letras debían sustituir en el mensaje encriptado para obtener el mensaje descifrado final.

¡Pero aquí no tenía ningún mensaje encriptado! ¡No había referencia a alguna edición o escritor o cualquier otra pista me digiera donde buscar.
Si este era un mensaje oculto... ¡Debía resolverlo!...
Pero primero debía saber si efectivamente era un mensaje oculto de Carlos o estaba comenzado a alucinar cosas.


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Así que lo llamé inmediatamente.
―¡Alooo!― me dijo desde el teléfono.
―¡Carlos, soy yo, Marcelo!
―¡Hola Marcelo! ¿Cómo estai?
―Bien, pero te llamaba para hacerte una pregunta...― evitando todo rodeo dije simplemente ―¿Me dejaste un mensaje para descifrar en el libro de Salgari que me regalaste... O al final hay algunos apuntes tuyos que son puras letras no más?

―¡Sólo el tiempo te lo dirá, Pequeño Saltamontes! ¡Sólo el tiempo!
―¡Pero no tengo ningún mensaje encriptado! ¿¿¿Qué hago????
―No debes hacer nada, sólo el tiempo te lo dará.

Debía aplicar su sabiduría nuevamente y entender esto como una enseñanza o simplemente se estaba divirtiendo conmigo. ¡No! ¡Eso era imposible! ¡Carlos jamás se reiría de un amigo! Por lo tanto, abatido, simplemente me despedí de él.

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Muchos fueron los intentos que hice para poder descubrir como descifrar mensajes ocultos.
Busqué en la biblioteca todo lo referente de códigos encriptados y por muchas horas leí todo lo que estaba al alcance para investigar que era lo que me había querido decir Carlos en el libro.

Descubrí que cuando tienes más de un mensaje cifrado distinto, nunca debes usar la misma clave para descifrarlos, porque si lo haces rompes la seguridad del mensaje. Tal vez por esto es que eran necesarias tantas claves distintas... Pero eso quería decir que tenía diez y seis mensajes por descubrir.

Investigue el lenguaje cifrado Playfair que utiliza una clave de cuatro letras distintas para generar la regla de cifrado. Estas me servirían para QTOR, pero para ninguna de las otras.
Pero algo inquietaba mi subconsciente o muchas veces no quise afrontar.... no importa cuanto investigara.... aún no tenía ningún mensaje para descifrar... Sólo sus claves.

Tal vez por eso, simplemente de a poco lo fui dejando de lado.
Tal vez por eso, el remordimiento me consumió silenciosamente.
Tal vez por eso, simplemente me di por vencido...
...Hasta ahora.

7 (2007)
Carlos Raúl Sepúlveda murió el viernes 9 de febrero de 2007 a los 65 años.
Pocos de mis amigos han muerto... A veces se hace difícil de sobrellevar... Y con Carlos Raúl no ha sido la excepción.

Fueron muchos los momentos que compartimos en torno a la Sochif. Fueron muchos los desafíos que realizamos en pos de dar a conocer el tan menospreciado género de la Ciencia Ficción.
A veces cuando nuestros ánimos habían decaído al suelo y cuando ya pensábamos en renunciar, siempre aparecía el consejo y guía de Carlos que nos hacia levantar los brazos de nuevo.
Simplemente nos enseño un camino a la sabiduría...
...le echaremos mucho de menos.
(CONTINUARÁ)

Santiago, Abril de 2007.
PS.- Texto íntegro ubicado en
http://www.puerto-de-escape.cl/08/02_esp_crs.htm#04

domingo, 11 de noviembre de 2007

"CONTACT", de Brigitte Bardot
(Serge Gainsbourg, 1967)
Por Papurri
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Para el querido Club de Toby de la SOCHIF esta sugerente canción de la década 60, donde se recoge gran parte de la estética que entonces se cultivaba en la CF europea. Buena interpretación de la preciosa Brigitte Bardot, vistiendo futuristas trajes de Pierre Cardin, en una especie de encarnación iridiscente de Barbarella. El tema pertenece al gran poeta, escritor, músico de jazz, compositor, actor y cantante Serge Gainsbourg.

Une météorite m'a transpercé le coeur
Vous, sur la terre, vous avez des docteurs
Contact, contact

Il me faut une transfusion de mercure
J'en ai tant perdu par cette blessure
Contact, contact

Ôtez-moi ma combinaison spatiale
Retirez-moi cette poussière sidérale
Contact, contact

Comprenez-moi il me faut à tout prix
Rejoindre mon amour dans la galaxie
Contact, contact...

TRADUCCIÓN LIBRE:

Un meteorito me ha atravesado el corazón
Ustedes, sobre la Tierra, tienen algunos médicos
Contacto, contacto

Necesito una transfusión de mercurio
He perdido mucho por esta herida
Contacto, contacto

Quítame mi traje espacial
Sacúdeme esta pelusa [mota, limadura] sideral
Contacto, contacto

Ello exige un gran precio
Encontrar mi amor en la galaxia
Contact, contacto...
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Santiago, 9 de noviembre de 2007
PS.- Se agradece la ayuda de Marcelo Velasco para haber podido incorporar correctamente este video.

sábado, 10 de noviembre de 2007

VOCES DEL TIEMPO
Por Marcelo Velasco
(Primera parte de tres: 1/3)
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No se si realmente era necesario contar esta historia, ya que es intima y personal. Tal vez sería mucho más fácil no decir nada y guardarlo en el corazón, pero no tengo duda que lo que me quiso enseñar Carlos Raúl debe ser contado, sin esa mezquina intelectualidad que me quiere envolver, sino que simplemente con la razón de verdad que fue realizada.

1 (1989)
Apenas podía respirar mientras corría por la calle Santa Isabel y doblaba por Arturo Prat hacia el sur.

Iban a ser las cuatro de la tarde y el sol simplemente quemaba mi cansado rostro, mientras las piernas me temblaban de cansancio en cada zancada. No se si estaba loco, pero cada una de esas calles se hacían cada vez más interminables.

Cualquiera que me mirara pensaría que era otro escolar cimarrero que estaba arrancando de alguien para ir a carretear con los amigos, pero yo sabía que tenía una misión importantísima por cumplir.

Tal vez era un tonto al apurarme tanto, pero no me gustaba llegar tarde a algún lugar cuando me había comprometido a alguna hora, y menos si se trataba de la Sochif.

La Sochif es la Sociedad Chilena de Fantasía y Ciencia Ficción, al que pertenecía desde sus origines cuando cual Fremen errantes fuimos “expulsados” del Club de Ciencia Ficción de Chile por simplemente intentar difundir la Ciencia Ficción en cualquiera de sus expresiones (literatura, cine, cómics, etc.) de una forma que el presidente no compartía.

Sabía que Carlos Raúl me estaría esperando y no le importaría que llegará tarde por casi 40 minutos, pero me sentía culpable al retrazarme por buscar aquellos libros agotados, perdidos y olvidados por cada una de las tiendas de San Diego. Había pasado por ellos miles de veces y siempre preguntaba por los mismos libros, pero nunca perdía la esperanza de encontrar alguno de aquellos tesoros perdidos.

Carlos Raúl era el presidente de la Sochif. Un hombre de cuarenta y tantos años, alto, gordo, pelo liso con algunas canas, pero siempre con una sonrisa en su rostro. Sin duda se había transformado en nuestro presidente cuando formamos la Sochif por su característica de líder nato. Aunque nunca lo ha reconocido, le gusta liderar proyectos y sobresalir de los demás ya sea como profesor, poeta o escritor de ciencia ficción, pero siempre tiene la sabiduría de no obligarte a hacer alguna cosa, sino que simplemente te invita a hacer lo correcto.

Y justamente eso era lo que necesitábamos en ese momento.

Necesitábamos sacar luego a la venta el tan atrasado “Quantor”, nuestra primera revista-fanzine de la Sochif, pero por un error de compaginación en la impresión de las primeras páginas habíamos perdido mucho papel reservado para la revista, y nos habíamos gastado casi todo el presupuesto que teníamos.

Yo era el secretario de la Sochif y sabía que no había mucho dinero. Carlos me había dicho que no me preocupara, que todo iba a salir bien. Que nos juntáramos a las tres en su oficina de la calle Copiapó y que llevara los fondos que teníamos recaudados.

Casi sin aliento llegue por fin a la puerta de su casa y toque el timbre.

2
Mirando a través de los vidrios de la puerta vi como Carlos se levantaba de su escritorio para encaminarse lenta y rítmicamente hacía la puerta.

―¡Marcelo! ¡Te estaba esperando!― me dijo con su vozarrón inconfundible.
―¡Ups! ― pensé ―¡Me va a retar…!
―Disculpa por llegar tan tarde― le dije con vergüenza ―pero me atrasé por mirar libros en San Diego.

No le había podido mentir.

―¡No te preocupes, hombre! ― me dijo animándome con pequeños manotazos en los hombros ―Se nota que tienes calor. ¿Quieres un café?
―¡¡¡Con este calor!!!
―¡Se te va a quitar el calor! Es por un efecto de temperaturas. ¡Hazme caso! ¿Quieres uno?
―¡No, gracias!
―Bueno, yo me voy a tomar uno. Toma asiento.

Me senté para recuperar el aliento mientras Carlos se dirigía hacia el fondo de la casa a buscar su infaltable cafecito.

―¡¿Qué libro andas buscado?! ― me gritaba desde el fondo.
―¡Uno de Emilio Salgari!― le grité.
―¡Emilio Salgari!― repitió mientras venía de vuelta revolviendo su taza de café ―¡Excelente! ¿Alguno de Sandokán supongo?
―¡Sí!― dije con alegría ―Se llama “El desquite de Yáñez”. Lo he buscado por todos lados y no lo encuentro. Es el único que me falta de la saga. ¡Los tengo casi todos!
―Yo los leí hace mucho tiempo― me dijo sentándose. ―Yo tenía todos esos libros de aventuras, aunque siempre me gustaron más los libros de aventuras de cowboys…



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Repentinamente, mirando al vacío, su cara cambio de expresión, y con esa mirada dura que colocaba cuando se enojaba me dijo: ―Me quemaron todos esos libros para el 73. Los pacos allanaron la casa varias veces buscando armas. Una vez un paco gueón confundió a Karl May con Karl Marx y mandó a quemar todos esos libros…
Horrorizado pensaba en que quizás habían quemado todos los libros de Salgari para esa época y que por eso me era difícil encontrar ese libro.
―Siempre ando por San Diego viendo libros― me dijo volviendo su sonrisa en su cara. ―Si lo encuentro te lo traigo.
―¡Gracias!― dije con alegría ―Siempre me han gustado esos libros de aventuras. De hecho con ellos comencé a leer novelas cuando era chico.
―¡Yo los sigo leyendo hasta ahora!― me dijo riéndose. ―¿Y por qué te gustan esos libros?― me preguntó mientras sorbía su café. ―¡Es difícil que hoy en día alguien lea esas novelas de aventuras!

―¡No sé!― dije dubitativo ―Tal vez por el típico héroe invencible que sale de un sin fin de problemas sólo con su astucia. ¿Por qué ya no hacen este tipo de historias?― pregunté con rabia.

En ese momento se iluminaron los ojos de Carlos Raúl. Sin duda había visto la oportunidad de enseñar algo, por lo cual se apresuro a decirme con una sonrisa de oreja a oreja con su dedo índice derecho apuntando al cielo: ―¡Escucha, Pequeño Saltamontes! Ahora es mucho más difícil poder abocar a esas aventuras porque la tecnología ha destruido el sueño de las personas. Ahora existe la comunicación y todo el mundo habla de la globalización. La sorpresa y el asombro es cada vez más difícil de lograr porque toda la información la tienes ahí. Antes era una aventura y una proeza perseguir una ballena por los siete mares para cazarla o morir en el intento. Hoy con radares y arpones mecánicos los matan por montón.

Luego tomando una pausa se irguió en el asiento, por lo que supe que aquí venía lo importante.
―Es por eso― me dijo alzando la voz ―que se hace cada vez más urgente abrir estos espacios culturales donde el sueño del hombre, libremente, puedan vencer todos esas paradigmas ficticiamente creadas por todas esas empresas libremercadistas que nos cautivan intelectualmente.

―¿Pero de adónde salen las ideas? ¿Dónde tú, por ejemplo, sacas ideas para tus libros?
―¡En los sueños, Pequeño Saltamontes! ¡En los sueños! ― abrió un cajón del escritorio y sacó un cuaderno lleno de apuntes garabateados. ―Yo presto mucha atención a lo que sueño. Y como generalmente uno no se acuerda de lo que sueña al otro día, apenas despierto, sin importar la hora, anoto todo lo que he soñado, sin arreglarlo ni hermosearlo, sino que simplemente lo escribo. Después estudio lo que escribí y le busco sentido al sueño. Nuestro subconsciente siempre nos dice cosas interesantes.

―Sí, pero no basta con escribir las cosas como uno las piensa. Yo creo que se debe tener un estilo y una forma de escribir. ¡Y eso es lo difícil, po!
―Mira la forma en que escribes tus artículos de Conan, tienes intrínsicamente un estilo de escritura, que se puede trabajar y mejorar constantemente, pero la tienes.
―¡Si sé que uno lo tiene, Carlos! Pero siempre me ha costado escribir algo. ¡Me enredo mucho! De hecho, mira― dije sacando unos papeles escritos a máquina de mi mochila ―Este es el nuevo articulo de Fantasía Heroica que estoy escribiendo, léelo.

Carlos Raúl leyó mi manuscrito en silencio y con un lápiz borro párrafos, sobrescribió otros, mientras encerraba en círculos frases y marcaba con flechas otras ideas.

Me devolvió las hojas para que las leyera y me dijo:
―Mira, puedes escribir lo que quieras y como quieras. Si lo deseas puedes enredar al lector al principio como lo hiciste en el párrafo inicial, pero lo justificas en el segundo párrafo ampliando la idea y dándole sentido. Lo importante es que debes tener siempre definida la idea original de lo que quieres decir. Después lo cuentas como quieras.
Al ver mi rostro de incertidumbre con una nueva sonrisa y brillo en los ojos me dijo con el índice derecho apuntando al cielo.

―¡Mira! Puedes tomar una idea central y describirla de dos formas distintas y te doy un ejemplo. Acomodándose en la silla me dijo: ―Puedo decir: “…todos los días cuando Raúl se dirige a su casa, ve en el antejardín de la mejor casa de su cuadra a un hombre sentado en una silla de ruedas. Cada vez que Raúl pasa por ahí el hombre le mira con ojos brillantes tratando de decir algo. Un día al acercarse Raúl extiende su mano a través de la reja para acariciar la cabeza del desvalido hombre…”― haciendo una pausa continuó― “…en ese momento el paralítico apenas inclino su cara y se pudo apreciar como una lagrima de gratitud rodaba por su mejilla…”― terminó diciendo Carlos Raúl con su cara inclinada y sus ojos mirando al cielo como una oveja mansa.

Luego tomando una postura completamente distinta me dijo: ―Como también puedo terminarla diciendo: “… en ese momento el hombre abrió su boca desplegando tres hileras de colmillos, como si fuera un tiburón. Arranco el brazo de Raúl de un tarascón y como un lobo con su presa vio como con su boca ensangrentada despedazaba el inerte brazo de Raúl…”― me dijo en posición agachada haciendo la mímica de estar comiendo algo grotescamente, que me hizo recordar al despreciable barón Harkonen de la película Dune de David Lynch.

Maravillado por la lección que me había dado no pude decir nada, sino que simplemente me quede pensando en como se podría adquirir algo de aquel don.

Luego Carlos Raúl comenzó nuevamente a buscar dentro del cajón de su escritorio. Finalmente saco un librillo de unas hojas tamaño carta encuadernadas en unas tapas de cartón amarillas. Extendiéndome el manuscrito me dijo: ―Aquí tienes una serie de cuentos que he estado escribiendo últimamente donde te pueden mostrar como el escritor puede jugar con el lector mostrándole durante todo el cuento una situación, para demostrarle al final que todo lo que le hicieron creer no es real.

El manuscrito se llamaba “El fantasma del colegio y otros relatos”.
―¡Léelo y estúdialo! ¡Te ayudará!

Lo guardé agradecido en mi mochila.

Carlos Raúl se levanto y con fuerte vozarrón me dijo: ―¡Bueno, acompáñame donde un amigo acá cerca para ver como solucionamos la falta de papel para imprimir el Quantor!
―¡Vamos!― dije con entusiasmo mientras salíamos de su casa.

3
En mi casa, ya descansado, comencé a leer el manuscrito que me había prestado Carlos Raúl. Se trataba de las peripecias de un grupo de cinco niños que formaron el denominado “Club de Detectives Sherlock Cinco”. En los cuatro cuentos que componían el librillo se describían las aventuras de los niños al resolver distintos casos de tenor sobrenatural.

No me cabía duda que el macizo Raúl Eduardo “Gordi”, líder del grupo, no era más que una representación del niño Carlos Raúl que vivía en él. No se quienes podían ser sus compinches: Jaime “jirafa”, Tito, Luchín y la graciosa Anita, pero tal vez muchas de las aventuras que allí nombraba fueron reales y ocurrieron durante la niñez de Carlos Raúl.

Lo que más me gusto de estas historias fue que efectivamente se podía ver como durante las historias el grupo de niños investigaban el caso sobrenatural que le ocurría a alguno de ellos, mientras que al final se resolvía todo dando explicación a cada caso con elegancia y maestría.En los consecutivos escritos que realicé me basé en estos consejos para enriquecer la escritura, y aunque la línea editorial que mis escritos tenían en el Quantor y boletines de la Sochif eran de carácter de ensayo, estas enseñanzas las atesoré y las puse en práctica casi inmediatamente.
(CONTINUARÁ)

Santiago, Abril de 2007.
PS.- Texto íntegro ubicado en
CRÓNICA DE HUESOS
Por Magdalena Campos

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I. Cuando no estás despierto golpetea de prisa ese anunciado centro en el que habitas y continúas a cierta distancia, dando el movimiento de los huesos palabra que cumple su objetivo y te motivas a acudir al Derecho de Autor, aquel lugar de los ases de la sociedad. Cuando la ley se cumple sólo forcejeas tu cabellera hasta que te entregue todo convertido en sabueso, después que habitaras esa cabeza llena de materia gris y construcciones señeras del Orden de los Siete.

II. Ciencia ficción: Acueducto que reduce la termografía del sigiloso Día del Juicio Final. Ya comprendo las cartas en derredor de la mesa de Vásquez Montalbán. Como terrible carcoma que va abasteciendo la necesidad de amar que otorga cada beso ademán ideario sin idealismos de tercera categoría, como onda permisiva que acredita que estás con vida y necesitado del revólver de The Beatles, y también de la patrulla que pasa por tu lado a cada instante.
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Santiago, Marzo de 2004.
PS.- Texto originalmente publicado en Infrarrojo: Revista de Literatura Policial y Géneros Afines. Santiago, Año I, Nº 1, Marzo de 2004.

viernes, 9 de noviembre de 2007

CARA DE MONO
Por Rodrigo Leiva
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Cara de Mono era un ladrón de poca monta. Había entrado y salido de la cárcel desde los 15 años. A Cara de Mono le gustaba robar radios de autos, era su especialidad. En eso estaba cuando se encontró una vez más con el Señor Juez. Aquel vejestorio que lo condenaba una y otra vez sin mayor expresividad. Se conocían hace años. Él se había hecho hombre y el Señor Juez, viejo. La complicidad de ambos era evidente. Él lo notaba, incluso esta vez le era agradable volver a verlo. A Cara de Mono le gustaba esa manera algo estúpida que tenía cada vez que hablaba.

―¿Tiene un cigarro, Señor Juez?
―Sí, ¿quieres uno?

Y empezaron a hablar, cada uno de su vida, como si nadie los escuchara. Se hablaron como viejos conocidos que nunca habían tenido la oportunidad de hablarse de verdad, como era en efecto. Se hablaron sin mediar diferencias, a cuero pelado, de sus amores pasados, de sus enfermedades, de sus penurias.

Al cabo de unos minutos llegó la sentencia.
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Santiago, Marzo de 2004.
PS.- Texto originalmente publicado en Infrarrojo: Revista de Literatura Policial y Géneros Afines. Santiago, Año I, Nº 1, Marzo de 2004.

martes, 6 de noviembre de 2007

EL CLUB DE LA UNIÓN
Por Richard Dixon
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Le pegó una última calada a su cigarrillo, dejó el dinero de la cuenta y se paro buscando la salida. Su vida se quedaba en aquel salón. Camino recordándola. Bailes, reuniones, amigos, el último cumpleaños de Antonia. El pecho se le volvió a apretar. Los empleados que lo veían pasar se despedían serviciales como siempre. Llegó a la escalera de mármol que daba a la calle y bajó. Afuera, la Alameda seguía su curso, parecía bailar, iba y venia, como tantas veces el dolor entraba o salía con el antifaz de las generaciones.

Santiago, Noviembre de 2007.
UN LARGO CAMINO HACIA EL VERANO
Por Edgar Unger
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En el vacío inconmensurable,
todo lo que había muerto,
sin dejar ecos de memoria,
flotaba en el espacio;
Una masa enorme, aplastada,
pero pequeña,
como una mota de polvo
en los abismos sin estrellas.

No es posible comprender
la duración de este tiempo muerto,
pero alguna vez,
como lo había hecho en el pasado,
aquella masa explotó
cubriendo la negrura con soles de hidrógeno
y soles pequeños que erraban perdidos,.
enfriándose y siendo al fin
atraídos a una órbita luminosa.

Y un día,
porque ya había noches y días,
un pequeño sol en órbita,
deja caer sobre la tierra hirviente,
un cielo de agua.
Y entre el fuego, luz y agua,
comenzó, una vez más,
el misterio de la creación de todas
las caprichosas formas de de vida.

Al último,
cuando todo estaba hecho,
aparecieron seres,
que caminaban erguidos bajo el sol,
hijos del fuego
y herederos del agua,
con cuerpos de agua, calcio,
potasio, fierro, moléculas conocidas
y desconocidas,
formando innumerables elementos orgánicos.


Aquellos hombres,
porque eran ellos que llegaron al ultimo,
comenzaron a cazar animales
que pastaban en las llanuras
y un día, un gran cazador murió,
y su muerte fue como ninguna otra.


Cavaron una tumba,
como tantas que habían cavado
y una pálida mujer
vistió a su hombre muerto
con sus mejores pieles
y a su lado colocó
sus mejores armas.
Y mientras en el oscuro horizonte,
amenazaba una tormenta,
decidió poner en la tumba
cuidadosamente envuelto con hojas,
un pedazo de carne asada.
-Es para el camino, por donde tú irás ahora-dijo.
mientras observaba como taparon la tumba con piedras.
Y aquellas palabras que pronunció,
fue el acto más significativo de todos los tiempos:
Un primer homenaje silencioso hacia lo desconocido.

Y comenzó la época más gloriosa del hombre,
que duró decenas de miles años,
siguiendo el interminable viaje hacia el verano,
al paso de los animales.
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Pienso ahora,
en aquellos hombres jóvenes,
perteneciendo yo a una sociedad,
de lo que queda de ellos
y que no saben que están destinados a desaparecer,
dejando solamente una huella efímera.

Pero llego a la conclusión,
que la raza tiene una oportunidad más.
Cuando en millones de años, las pirámides
y las monstruosas ciudades,
se hayan hecho polvo,
y cuando existan nuevamente bosques hermosos,
aguas limpias y el sol estará aún amarillo,
la creación depredada
se habrá recuperado de la infamia,
y tal vez ,una vez más, el hombre pueda nuevamente, iniciar, ,
el largo camino hacia el verano.

Santiago, Noviembre de 2007.
REVELACIÓN
Por Richard Dixon

Homofóbico Macabeo y polola estaban sentados en el cine viendo una película. "Una historia contada con maestría que te ayudará" decía ella. El exceso de maestría y la petaquita que llevaba para soportarlo le dieron sueño. Durmió gran parte de la película. Salieron del cine y se fueron caminando por huérfanos. Homofóbico se puso macho y exigió su derecho a unas cervecitas por el sacrificio. No recuerda el tugurio pero si que se bebió tres. Fue al baño. Dos tipos se asustaron de verlo entrar, estaban besándose. Les dijo que no se preocuparan, que había visto SECRETO EN LA MONTAÑA.

Santiago, Noviembe de 2007

sábado, 3 de noviembre de 2007

CONOCÍ A CARLOS RAÚL...
Por Patricio Haschke
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Conocí a Carlos Raúl Sepúlveda a mediados de los ochenta. Por esos años yo era un consumidor de literatura C.F., eran años difíciles y me nutría de libros de viejo. Recuerdo haber sido invitado a una reunión de un club de Ciencia Ficción. Para mi fue la primera sorpresa de varias que me ocurrieron, ¡Un club de C.F.! Y yo que me creía un solitario seguidor del género. La segunda fue que durante la reunión de dicho club se premió a un escritor chileno de C.F. ¿Cómo, existían en Chile escritores de este tipo?, estaba asombrado. Al nombrarse a Carlos Raúl Sepúlveda, autor de "El Dios de los Hielos", merecedor del Premio Nova, vi levantarse un ser grande, Que llenó con su presencia el escenario. Hablando con voz pausada, tranquila y convincente agradeció con modestia el galardón. Esa fue mi segunda sorpresa. El tiempo se encargó de convertirnos en amigos.

Como era de suponer entregué mis datos y pasé a formar parte de tan extraño club. Mi tercera sorpresa fue que días después del evento antes mencionado, Andrés Rojas Murphy decretó por si y ante si el término del club. Quedé con mis alas cortadas antes de aprender a volar.

Afortunadamente Carlos Raúl y otros próceres rescataron las fichas de los socios y fundaron la Sociedad Chilena de Fantasía y Ciencia Ficción (SOCHIF), de la cual formé parte desde su inicio. Conocí a mucha gente valiosa, escritores, dibujantes, actores, estudiantes, trabajadores, etc. A todos nos unía el género de la ficción, pasión que nos convirtió de inmediato en amigos. Si bien sus relatos transitaron por la ficción, en todos ellos advertí que él había bebido en las fuentes de los hechos, hechos que bien pudieron ser escritos en episodios y capítulos para formar parte de un entretenido anecdotario. Salvando la debida distancia por supuesto, al igual que Gabriel García Márquez, Raúl encontró a sus personajes ahondando en sus fantasías, imaginando los sueños de su universo interior que reconstruye las peripecias de una vida llena de nostalgias.

En nuestro Chile donde el comportamiento de los figurones seduce a mucha gente, siempre dio muestras de un recelo que lo llevó a negarse a pertenecer a los adoratorios políticos en pos de beneficios mezquinos. Ese orgullo no son vanas ínfulas sino de una moral que en cierta manera predicó y lo convirtió en un ser extravagante y lleno de ilusiones.10 de febrero, madrugada fría y solitaria en un hospital público. Carlos Raúl Sepúlveda se ha ido. Durante el año pasado entró y salió de hospitalizaciones. No quisimos aceptar la gravedad de su estado y su partida sorprendió a sus amigos a pesar de su premonición de muerte o deseo escondido.

Raúl se marchó de esta dimensión. Quizás las fuerzas de vivir lo abandonaron, desgastado por la soledad, por los esfuerzos no siempre fructíferos.

Nos hará falta. ¿Con quién soñaremos mundos posibles?, ¿con quién discutiremos ideas utópicas?, ¿quién será el catalizador de personalidades tan disímiles como lo son los tripulantes de la SOCHIF?

Carlos Raúl ya está con Juan R. Muñoz, Eugenia Landabur, Adrián Rocca, Max Carvajal. Grandes reuniones se estarán realizando ya.

Calificar la amistad es ingrato, pero sin duda que mis grandes amigos fueron “Carlos Raúl Sepúlveda, Max Carvajal, Juan Muños Pollier, Adrián Rocca y Eugenia Landabur”, desgraciadamente todos ellos han partido de esta dimensión terrena. Estarán juntos ahora elucubrando quizás qué cosas. Los extrañamos a todos. Pero nos dejaron el camino trazado para continuar su senda.

Ha partido Raúl, amigo y compañero de tantos sueños, de tertulias sanas y de comidas pantagruélicas. Nos hará falta.
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Adiós amigo, adiós. Hasta pronto.
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Santiago, Marzo de 2007.
EL CANTO OCASIONAL
Por Pedro Frez

En ocasiones diáfanas de luz
la alegría invade la casa.

Cuando la lectura es muy lenta
una música revive al lector.

Cuando la música se torna aburrida
un brindis revive a Morfeo.

Pero, cuando hay canto la alegría es total...
Nosotros por observar el mundo,
cantamos desde el interior,
en alimentar células y neuronas.

Así, todo nuestro Ser emocionado,
puede bailar.

Así, reciclamos aquellas vibraciones
que rítmicamente marcan el compás
y la armonía en nuestros cuerpos
sintonizada con el Cielo.

Luz, canto y sonido diferente,
una mirada ocasional e inigualable...
un instante,
un minuto de pequeño placer...
igual a una lectura que al cerrar el libro
ya sentimos y somos distintos...
hemos crecido...

Alegría que invade la casa...
y después el Cielo.

Santiago, 16 de octubre de 2007
PS.- Texto originalmente ubicado en:
http://www.delverboenfuturo.blogspot.com/2007/10/el-canto-celestial.html

lunes, 29 de octubre de 2007

FRAGMENTOS DE PENSAMIENTOS ANTIGUOS
Por Edgar Unger Reuther

Me acuerdo aún de conversaciones con amigos mayores, que se volvían sabios al anochecer, junto a copas de vino y una parrilla semiapagada.

Yo era joven entonces y todavía escucho sus voces, pero sus cuerpos ya se han ido. Siempre solíamos conversar sobre la importancia del pensamiento humano y algunas veces terminábamos discutiendo sobre la naturaleza del Universo.


Una vez más voy a escribir sobre nuestras opiniones de entonces. Sin respetar el pensamiento previo a cualquiera acción racional, he escuchado afirmar a los matemáticos que su ciencia está por encima de todas las otras, pero en Sumer o fue en Babilonia, alguien dibujaba en la arena poniendo un número por cada uno de los dedos de los pies desnudos y entonces hizo algo extraño. Miró por largo tiempo el último signo, que era el diez, y luego lo borró, dejando un espacio en blanco y más tarde, después de muchas dudas, dibujó un nuevo signo, inventando así el cero.

Demócrito, siglos antes de Cristo, fue el padre de la idea atómica, y en aquella época tuvo que sufrir las palabras estériles de los críticos, que se burlaban de él, levantando pedazos de queso de cabra que tenían en la mano y mirando hacia una colina, más allá del ágora, donde siempre pastaban anímales, se reían y decían: “Este queso y aquellos anímales son exactamente lo que son y no tienen nada que ver con tu loca idea. Tal vez las columnas del templo tienen algunos átomos y esto no tiene ninguna importancia”.

Pero aquellos pensamientos perduraron, cambiando la Historia. De la oscuridad del pasado han sobrevivido conceptos válidos de nuestro idioma y otros sin valor, han sido olvidados.





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Para comprender algo del Universo existen dos palabras que nos dan una borrosa imagen de lo incomprensible: Eternidad e Infinito, y ambas expresan el límite del entendimiento humano. Solamente alguna clase locura nos lleva más allá de su místico significado. Me considero un visitante temporal en mi forma actual en este Universo, y otros viven en uno distinto, que es finito, doblado sobre sí mismo como una empanada celestial, y su nacimiento se debe al Big Bang. Pienso que en la eternidad no existe principio ni fin. Solamente un flujo continuo y errático de materia y energía bajo el dominio de la entropía universal.

El Big Bang es solamente un chispazo cíclico en alguna zona de la inmensidad del inconmensurable vacío.

Descartes dijo su famoso: ”Pienso luego existo”, y yo agrego tímidamente: “Existo y luego siento el paso del tiempo”. Así medimos nuestra vida con el reloj babilónico de la rotación imaginaria del sol, y cuando dejamos de existir el tiempo se desvanece.





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Quiero mencionar las primeras letras del coro místico cuando muere Fausto: “Todo lo efímero es sólo analogía”. Creo que Goethe consideró aquí dejar lo efímero a la sombra de lo místico.

Observo ahora, que algunos amigos se están quedando dormidos. Escucho voces femeninas decir adiós, y la parrilla se ha apagado.

Me hacen señas y sé que es hora de partir.

Santiago, Octubre de 2007.

viernes, 19 de octubre de 2007

UN LARGO MARTES DE ENERO
Por Alfredo Parada Ramírez

Camino rápido entre el gentío del Mall Estación. Por ser temporada de vacaciones abundan los bolsos, las maletas y todo lo que llevan los viajeros fuera de Santiago. Éstos se mezclan con los que vitrinean o simplemente van o vienen por los alrededores de la capital. ¡Qué ganas de irme unos días fuera de Santiago!... Pero no podrá ser. En mi mente aparecen mi casa, mi cama... Qué ganas de recostarme y olvidarme del mundo. Sigue pasando gente con bolsos. Pienso que no estaría nada mal pasar unos días en la playa con una morena veinteañera... ¿Será verdad lo que mi amigo Carlos me dice: “Cómo puedes ser tan degenerado pensando en mocosas”?


Miro a hora: 1925. Estoy cansado, pero está lo acordado telefónicamente con Sepúlveda durante el fin de semana. Habíamos quedado de juntarnos el lunes, pero no se encontraba con ánimo, “mejor el martes te espero, socio, piensa en lo que hablamos”. La conversación había girado sobre algunas ideas que él tenía respecto al trabajo a efectuar con El Tábano, ideas que me pidió extendiera y completara.


1945, veinte largos minutos tardé en llegar a Santa Rosa con Av. Matta, “¿Cómo será cuando comience el Transantiago?”, pienso mientras me acerco a destino, recordando una reciente conversación sostenida con Carlos al respecto, en la que concordamos que no se veía tan fácil el nuevo diseño de transporte urbano.



1955, estoy ante la puerta de su casa, ¿por qué será que al llegar acá lo primero que hago es mirar a hora y enseguida tocar el timbre? A través de la mampara espero ver aparecer la figura sonriente de mi amigo. Sin embargo, viene a abrir Armando Larenas, otro de los integrantes ―más Pedro Frez― del equipo editorial de El Tábano. “Carlos debe estar en el computador”, concluyo. Pero Armando me dice que está en su dormitorio, pues no se ha sentido bien; “pasa, mientras yo termino de acomodar algo en la cocina”. Me dirijo a su pieza. Lo encuentro en pijamas, sentado al borde de la cama. Al sentir mis pasos levanta la vista y sonríe con su amabilidad y cordialidad de siempre: “¡Hola, socio! Me estaba acordando de ti”. “Hola, viejo ―le digo―. Discúlpame, quería llegar más temprano, pero la locomoción y sus tacos...” Nos estrechamos las manos. “Lo importante es que llegaste”, responde, señalándome la silla junto al mueble de la máquina de coser y sobre el cual está el televisor, que en esos momentos emite un programa donde bailan niñas ligeras de ropa. “¡Tanta pelotudez junta!”, exclama Carlos contemplando la pantala. Me vuelve a mirar sonriendo. Sólo entonces percibo en él algo así como una gran amargura, o un apabullante cansancio.

La mente es rápida, instantánea. “¿Cómo te sientes, Carlos?”, pregunto mientras le observo detenidamente, tratando de comprender aquello que no me calza. “¡Cómo las h...!”, contesta levantando nuevamente la voz. Reitero mi pregunta. Ahora habla como para sí, mirando hacia la ventana, tal vez encontrándose ya lejos de allí: “¡Puta, socio! He vivido una situación muy desagradable, algo que nunca pensé fuese posible...”. Me hace confidencias que días después comprendería que serían la últimas, y que guardaré con celo de sacerdote, por respeto a nuestra amistad.

Sus palabras son lentas, arrastradas, difíciles. Aunque intento convencerme de que sólo se encuentra agotado, o herido en su amor propio, poco a poco voy asumiendo que no está bien. Lo ayudo a acomodarse en la cama, sus ojos están semicerrados. Súbitamente sus manos se aferran a las mías e intenta hablarme; pero sus palabras son sonidos apenas audibles. Hay demasiada pena y desolación en su mirada.


Consulto a Armando y éste me dice que Carlos se ha sentido mal durante todo el día; “pero por suerte mañana tiene hora en el consultorio”. Para mí es claro que no podemos esperar, por lo que intentamos llamar a alguien de su familia. Entre sus papeles aparece el teléfono de su hijo Raúl: nadie contesta. En la guía hallamos el número de su hermano Ramiro. Se compromete a venir a la brevedad.

El tiempo transcurre lento. 2020; contra el dato señalado por el reloj, se me ocurre que han pasado horas desde que llegué acá. Con Armando nos damos un argumento tras otro, intentando superar una realidad que implacablemente se nos va imponiendo.

Llega Ramiro. Se llama una ambulancia, la que no tarda en aparecer frente a la casa. A los paramédicos les basta una mirada para determinar su traslado inmediato. Ayudo a subir la camilla al vehículo.


2315, la espera en la Posta Central se hace larga. Observo que Ramiro está inquieto. En mi interior las ideas chocan con las palabras y éstas no me salen. Llega su hermana Soledad. Al rato, Ramiro y ella son autorizados para ingresar a ver al convaleciente.

Mienras aguardo, sin poder evitarlo, la imagen sonriente de Carlos y su fuerte apretón de mano vienen una y otra vez a mi memoria. También recuerdo un sueño reciente. Pienso en las ideas y proyectos pendientes, en nuestros últimos diálogos, en sus confidencias...

Vuelve Ramiro y me dice que su hermano ya está mejor, que lograron estabilizar su condición. “Por esta noche quedará en observación, el alta la darían muy probablemente al día siguiente... Lo ví mejor, incluso me pidió que le llevara su celular.” Siento alivio, y me alegro sinceramente por mi amigo, quiero creer que todo va bien.

Son las 2340 cuando nos retiramos de la Posta Central. Sin saberlo, esa había sido la última ocasión en que vería con vida a mi entrañable y querido amigo.


Lo que vino después es bien sabido: su estado de salud se agravó inesperadamente, falleciendo a los diez días, en la madrugada del sábado 10 de febrero. Sus funerales se efectuaron al día siguiente, y fueron sencillos, como sencilla fue su vida. En ellos, como único orador despedí al más cercano amigo que tuve durante los últimos 19 años, tiempo suficiente para conocer al individuo, al compañero de partido, de lucha social, al artesano, al poeta, al escritor...

Hoy, cuando la tristeza se ha vuelto más soportable, es oportuno recordar que Carlos también fue un gran intelectual, y sobre todo un formidable maestro, que generosamente compartía sus conocimientos y sabiduría con todos, siempre con cordialidad y notable sentido pedagógico. Tenía la virtud de impulsar a cada uno para que encontrase dentro de sí mismo una veta oculta, e intentase sacarla a la luz.

Carlos Raúl Sepúlveda Contreras fue de aquellas personas que no todos tienen la suerte de encontrar en el largo peregrinar de la vida. Su multifacética vida deja una importante y rica herencia, no en bienes materiales, sino en valores, principios, ideales y, especialmente, en consecuencia. También, por supuesto, en erudición y amabilidad. Una herencia, pienso, que no es para ser guardada entre murallas o cajones, que no es para unos pocos, sino para ser continuada y compartida con todos los que construyen sueños y esperanzas en días mejores.

Su imagen sonriente, amable y afectuosa es la que siempre continuará acompañándonos, a mí y a todos los que le conocimos, hasta el momento del reencuentro definitivo.

Santiago, 16 de octubre de 2007.-