FRAGMENTOS DE PENSAMIENTOS ANTIGUOS
Por Edgar Unger Reuther
Me acuerdo aún de conversaciones con amigos mayores, que se volvían sabios al anochecer, junto a copas de vino y una parrilla semiapagada.
Yo era joven entonces y todavía escucho sus voces, pero sus cuerpos ya se han ido. Siempre solíamos conversar sobre la importancia del pensamiento humano y algunas veces terminábamos discutiendo sobre la naturaleza del Universo.
Una vez más voy a escribir sobre nuestras opiniones de entonces. Sin respetar el pensamiento previo a cualquiera acción racional, he escuchado afirmar a los matemáticos que su ciencia está por encima de todas las otras, pero en Sumer o fue en Babilonia, alguien dibujaba en la arena poniendo un número por cada uno de los dedos de los pies desnudos y entonces hizo algo extraño. Miró por largo tiempo el último signo, que era el diez, y luego lo borró, dejando un espacio en blanco y más tarde, después de muchas dudas, dibujó un nuevo signo, inventando así el cero.
Demócrito, siglos antes de Cristo, fue el padre de la idea atómica, y en aquella época tuvo que sufrir las palabras estériles de los críticos, que se burlaban de él, levantando pedazos de queso de cabra que tenían en la mano y mirando hacia una colina, más allá del ágora, donde siempre pastaban anímales, se reían y decían: “Este queso y aquellos anímales son exactamente lo que son y no tienen nada que ver con tu loca idea. Tal vez las columnas del templo tienen algunos átomos y esto no tiene ninguna importancia”.
Pero aquellos pensamientos perduraron, cambiando la Historia. De la oscuridad del pasado han sobrevivido conceptos válidos de nuestro idioma y otros sin valor, han sido olvidados.
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Para comprender algo del Universo existen dos palabras que nos dan una borrosa imagen de lo incomprensible: Eternidad e Infinito, y ambas expresan el límite del entendimiento humano. Solamente alguna clase locura nos lleva más allá de su místico significado. Me considero un visitante temporal en mi forma actual en este Universo, y otros viven en uno distinto, que es finito, doblado sobre sí mismo como una empanada celestial, y su nacimiento se debe al Big Bang. Pienso que en la eternidad no existe principio ni fin. Solamente un flujo continuo y errático de materia y energía bajo el dominio de la entropía universal.
El Big Bang es solamente un chispazo cíclico en alguna zona de la inmensidad del inconmensurable vacío.
Descartes dijo su famoso: ”Pienso luego existo”, y yo agrego tímidamente: “Existo y luego siento el paso del tiempo”. Así medimos nuestra vida con el reloj babilónico de la rotación imaginaria del sol, y cuando dejamos de existir el tiempo se desvanece.
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Quiero mencionar las primeras letras del coro místico cuando muere Fausto: “Todo lo efímero es sólo analogía”. Creo que Goethe consideró aquí dejar lo efímero a la sombra de lo místico.
Observo ahora, que algunos amigos se están quedando dormidos. Escucho voces femeninas decir adiós, y la parrilla se ha apagado.
Me hacen señas y sé que es hora de partir.
Santiago, Octubre de 2007.
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